Opinión

Rajoy, man of the year... 2018?

Lejos de mí el ánimo, que tanto admiro en otros, de condensar en una página los acontecimientos vividos en 2017, o predecir lo que ocurrirá en este 2018 que ya nos ha llegado, no sé si a golpe de campanadas festivas o más bien fúnebres, ya veremos. De lo que sí estoy casi seguro es de que Mariano Rajoy, pese a su perfil intencionadamente bajo, va a ser el hombre que más titulares de los medios acaparará en los próximos doce meses. Como ocurrió en 2015, en 2016 y, claro, en el año que se nos ha ido. ¿Simplemente lógico por ser él el presidente del Gobierno? Desde luego que no; es que a Mariano Rajoy el destino le ha elegido para tener que sortear algunas de las pruebas más difíciles, Adolfo Suárez excluido, por las que haya tenido que pasar -y lo que le queda_un jefe del Ejecutivo central en España. Su 2018 va a ser difícil, muy difícil. Vea usted por qué.
Dice Rajoy que Puigdemont, otro nombre que vamos a tener que leer mucho en la prensa, sobre todo a lo largo de este enero, no puede ser president de la Generalitat; la lógica dice que no puede serlo alguien que ha decidido `exiliarse` fuera del territorio en el que su mandato tendrá lugar. Y, en efecto, sería el colmo del surrealismo un president que reside en Bruselas y no puede, ni quiere, regresar al terreno patrio. Pero ¿cómo va a impedir Rajoy, aliado con los tribunales y esperemos que con los socialistas y Ciudadanos, que el secesionismo intente un nuevo golpe contra la legalidad concebible?
Pienso que el presidente no es un buen negociador; si lo hubiese sido, mucho de lo que ahora nos aflige no habría ocurrido. Sus armas son la lógica, la prudencia y un cierto tesón de opositor nato. Pero ni es flexible, ni demasiado simpático, ni de él, ni de su entorno, pueden esperarse soluciones imaginativas. Quizá lo intentó la ahora injustamente denostada Soraya Sáenz de Santamaría, intuyendo que las diferencias entre Esquerra y lo que quedaba del partido de Puigdemont algún día estallarían, y que más valía apoyarse en Junqueras, que al menos sabe algo de política, que en el más bien ignorante y fanático ex alcalde de Gerona.
Ocurrió que la primera oportunidad dada a Junqueras no funcionó. Y tengo para mí que fue él quien boicoteó el intento `in extremis` de Puigdemot de ser él, Puigdemont, quien, de acuerdo con el Gobierno central, convocase las elecciones el pasado 26 de octubre. Quizá, me susurra alguien no lejano al Ejecutivo en el pasado reciente, sea la hora de intentar un segundo `round`. Que sea Junqueras, aliado con fuerzas no secesionistas, quien intente la investidura, y a ver qué pasa. El protagonismo de una tal operación residiría, desde luego, en Rajoy. Pero no le veo yo apadrinando una tan arriesgada voltereta como la que sugiere quien fuese uno de sus hombres de máxima confianza. Y es que apoyarse en Junqueras, por muy comprensivo que le haya hecho su estancia en Estremera, siempre tiene sus riesgos.
¿Entonces? Entonces, confío en que Rajoy no se haya aficionado al palo del 155 y busque la zanahoria de otros artículos de la Constitución para solventar el tema catalán, en el que a él le va la vida política y a nosotros, casi todo lo demás. Sería quizá su último servicio a la causa del país, al que ha servido con patriotismo y bastante -bastante_acierto. Pero me parece que la nación reclama otros timoneles a medio e incluso corto plazo: Rajoy lo ha sido todo, durante muchos años, en la Administración española, ha pasado sin mancharlos ni acaso tocarlos por los ministerios más clave, por la vicepresidencia, y ahora, desde hace seis años, por la presidencia. Debería, entiendo, acogerse a la sabia limitación de mandatos a ocho años, y se haría acreedor a la estatua de los próceres.
Usted y yo sabemos que no es esa, retirarse así como así, la intención de Rajoy. Pero puede que, si no lo hace él, le retiren, de aquí a dos años, otros, Albert Rivera sin ir demasiado lejos. O alguien del propio PP, que ya se sabe que nombres no faltan en la rumorología sucesoria. Pero dejemos eso para cuando nos hayamos adentrado más en el año que nos viene. Ahora, lo que toca, le toca, nos toca, les toca, es solucionar el embrollo tragicómico de Cataluña. Y uno, en la última comparecencia presidencial del año, ha de reconocer que no vio solución alguna en las palabras de Rajoy. Cuánto me gustaría que los hechos me desmintiesen.

Te puede interesar