Opinión

Pelotas en el tejado

Hay muchas pelotas en el alero, que es como la semiótica futbolística aplicada a cualquier otro aspecto de la vida cotidiana denomina los procesos que están pendientes de precipitarse. El lenguaje balompédico ha puesto en circulación un buen puñado de expresiones, algunas de ellas incorrectas, pero muy solventes para la explicación de las cosas, así que, qué importa que no sean admisibles desde un punto de vista estrictamente lingüístico, si cumplen con su cometido de aclarar cuestiones. Estamos todos expectantes y muy interesados en saber por dónde se van a inclinar ciertos personajes de la actualidad para orientar su futuro. Un futuro que, paradójicamente, lo es también por contagio, el de unos cuantos miles de españoles.
Porque, vamos a ver. ¿Cómo están sino los seguidores del Real Madrid mirando al cielo a ver de qué lado cae la sublime decisión de su estrella Cristiano Ronaldo de la que depende la siguiente temporada? Tras una intempestiva declaración que ensombreció el triunfo de su equipo nada más ganar la decimotercera orejona pareció recoger carrete, pero la falta de sintonía con el presidente ha forzado una marcha hacia Rusia sin que el delicado asunto parezca resuelto. La hinchada madridista está en estado de shock ante lo que sospecha una definitiva despedida del astro si Florentino no lo remedia y se acerca a la cifra que solicita el jugador portugués próximo rival de España. Así está también la parroquia atlética aguardando la revelación de su futbolista franquicia, Antoine Griezmann deshojando la margarita para determinar si se queda entre colchones o se marcha al Barça.
Son momentos estos decisivos para la historia del género humano mucho más decisivos, dónde va a parar, que lo que tenga que decir Alberto Núñez Feijoo, que también lleva una semana larga aplazando su decisión, de la que depende el futuro del Partido Popular posterior a la pasión y muerte política de Mariano a quien sucedería según todos los augurios si fuera capaz de conciliar su futura tarea política para la reconstrucción del centro derecha con su vida familiar de padre tardío con un niño de meses cuando él ha superado ya los cincuenta lo cual no es moco de pavo.
Total, que se ha impuesto esta costumbre de poner los balones en el tejado. Una mala costumbre, también lo digo.
 

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