Opinión

Pascua Militar y el atuendo de Cospedal

No entiendo yo la repetida manía da dar al discurso del Rey en la Pascua Militar, cada 6 de enero, tanta importancia, no por lo que dice, sino por lo que deja de decir. Es un ritual, a mí entender de no siempre claros perfiles constitucionales con respecto a la relación del primer empleado del Estado con los ejércitos, de los que era jefe supremo meramente simbólico o formal, porque la política de Defensa le dirige el Gobierno.
A los Borbones siempre les gustó rodearse de militares, incluso de mercenarios extranjeros. Y sobre las confusiones constitucionales conviene recordar que el propio Conde de Romanones, que no era precisamente un republicano, tuvo qua advertir a Alfonso XIII, que pretendía reservarse para él sólo todas las competencias relacionadas con el Ejército, que eso no era propio de un rey constitucional. Cada 6 de enero parece que se lanza a la sociedad que el Rey “Es uno de ellos” y que los demás españoles somos “los otros”.De todos modos, Felipe VI es más discreto en apariencia de lo que su padre lo era. Cabe recordar con Torres del Moral que, en ocasiones, los mensajes de Juan Carlos I a los militares no siempre concordaron con lo que se esperaba en la prudencia propia de un Rey constitucional, que sabe que la soberanía reside en el conjunto de los ciudadanos y no en su persona. 
El Rey es el primer funcionario público del Estado, y en lo esencial, su discurso a los demás servidores públicos no tiene por qué tener matices diferentes que los que dirigiera a los maestros o a los carteros. Pero se sigue primando esa relación “sui géneris” con los militares, salvo obviamente en lo específico de su misión (como específica es la de otros servidores del Estado) y se sigue alimentando que el “Rey es en suma uno de los suyos”, cosa que no ocurre con el cuerpo de Correos o los bomberos,
Debo insistir en que quisiera creer que ya no pueda haber militares, cuya mentalidad, “como compañeros del Rey”, aliente la confesión de lo que sentían muchos profesionales de la milicia en tiempos pasados. Yo espero y confío en que los militares tengan claro que su primer deber de lealtad es con la nación española en su conjunto, y con sus representantes elegidos por los ciudadanos y el Gobierno. Y no con una persona que hoy puede estar ahí, pero que puede dejar de estar si los españoles recuperamos el derecho a resolver cómo debe ser la jefatura del Estado, que se nos escamoteó en la transición.
De todos modos, el jefe del Estado se ha limitado a cubrir el expediente, como suele hacer, enjaretando esos lugares comunes que tanto sirven para salir del paso en un escenario como en otro. No hubo realmente alusiones a temas políticos de fondo, ni a la rebelión de Cataluña (¿acaso hemos tenemos miedo a llamar a las cosas por su nombre?). En cambio, el discurso tuvo dos ejes fundamentales: reconocer lo que hacen nuestras tropas en el extranjero y el recuerdo a los fallecidos. ¡Qué bien hubiera quedado un recuerdo, marcado por la oportuna actualidad, que habría satisfecho a sus familias, a los militares muertos por la negligencia gubernamental en el Yak 42! También se habló de algunas mejoras técnicas.
Tampoco se metió muy a fondo en el tema de la defensa de los valores democráticos de nuestra sociedad o a la lucha contra la amenaza terrorista, citados de modo más que discreto. Pero no estuvo fuera de lo esperado. Otro año más en lo que lo que más dio de hablar fue el modelo de la Cospedal.
 

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