Opinión

Palacios incomprendido

Antonio Palacios fue un incomprendido en la ciudad que el nombró hijo adoptivo y a la que dedicó buena parte de su vida. En Madrid, en cambio, cuenta con un reconocimiento expreso y múltiples homenajes, hasta el punto de ser considerado, no sin razón, como el arquitecto de la capital de España. Su obra es visible y reconocida y alcanza desde el propio consistorio madrileño en Cibeles hasta inmuebles de la calle de Alcalá y Gran Vía. Al revés que en Vigo, donde  sus actuaciones están presididas por una cierta frustración que tiene su punto álgido en el Plan de Urbanismo que llevaba su nombre. Fue anulado al inicio de la Guerra Civil por un tribunal al que todavía durante la República había llegado varios recursos solicitando que el pleno de la Corporación donde se dio vía libre al plan fuera considerado ilegal por no reunirse el quórum suficiente. Y así fue como Vigo nunca se convirtió en la Barcelona del Atlántico soñada por Palacios.
Pero quizá más llamativa es que una de sus obras más espectaculares, el monasterio de las Salesas, sea desconocida por los vigueses, pese a estar en un alto en Teis. El edificio se quedó tan sólo en uno de los pabellones porque no hubo dinero para más, pero aún así resulta impresionante con el estilo característico del arquitecto porriñés en la piedra gallega. La ciudad fue cruel con las Salesas, al quedar rodeadas por edificaciones y carreteras que conforman una suerte de pantalla que impide visualizar el conjunto. Los muros construidos y el geriátrico vecino han acabado por encerrar la estructura y es lástima. Antonio Palacios sólo logró terminar, y no del todo, otros dos inmuebles en Vigo, el García Barbón y la Banca Viña Aranda, uno enfrente del otro vistos desde marqués de Valladares. No obstante, un poco de Palacios es mucho. Continuará...

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