Opinión

Pablo versus Soraya

Mañana, sábado 21 de julio, el PP tendrá un nuevo liderazgo. Los conservadores inaugurarán la primera égida de la militancia, habrán pasado el primer susto de la democratización interna y les corresponderá ahondar en esa transformación o borrarla de su imaginario para siempre. Esta decisión vendrá, seguramente, después de largas reflexiones de sus principales líderes, gane quien gane de los dos en liza.
Estas primarias del PP han tenido la virtud de poner públicamente a los conservadores frente a sus dilemas internos. ¿Acaso alguien se atrevía a afirmar que en el seno del equipo de gobierno de Rajoy había enfrentamientos cainitas? ¿Podía suponerse que las huestes de Aznar, con el poder ideológico de las FAES al frente, estaban más cerca de Ciudadanos que de los valores del propio PP? ¿Alguien podía intuir el paso atrás de Feijóo, prácticamente considerado el delfín de Mariano? Hoy las interrogantes dan para llenar un silo de trigo.
Presentíamos que en el PP sobrevivían, al menos, las dos corrientes de su fundación. La apegada al tradicionalismo monolítico, esa que Fraga bajó del monte impidiendo el germen de una extrema derecha reaccionaria, y otra centrista –aún paternalista- con claros gestos democráticos modernos. Dos fuerzas centrípetas cohesionadas por el cemento del poder. Lo que no suponíamos es que la pérdida inesperada del Gobierno y la espantada de Rajoy las convertiría en centrífugas hasta el extremo de poner a su organización al borde de la ruptura.
Ahora la ciudadanía se pregunta por la representatividad efectiva de Soraya Sáenz de Santamaría y Pablo Casado frente a esas dos corrientes destapadas. A la mayoría de votantes cualificados del PP, que he preguntado sobre la cuestión, dan como ganador a Pablo “por representar la esencia de la derecha tradicional” y “por los apoyos de Aznar y de los ministros contarios a Soraya”. Son menos los que se inclinan por ella “por su experiencia y manejo del poder” y porque “ya es hora de tener una mujer presidenta”. 
Si la segunda vuelta de estas primarias fuera democráticamente real y no por designación de compromisarios, ¿cambiaría el resultado del congreso? Probablemente no. Lo que se pregunta el espectador es por la razón de esta perversión electoral. ¿Por qué no les basta con una ganadora en primera instancia? ¿Se ha intentado con ello situar a los líderes provinciales y locales en un bando u otro? ¿Por qué han colocado a Feijóo casi como el árbitro de la contienda? ¿Está el PP posRajoy buscando definir su identidad dentro de la nueva situación de posbipartidismo?
Hasta antes de ayer parecía que el PPdeG monolíticamente inclinaría la balanza a favor de Casado, sin embargo, los últimos movimientos públicos de algunos líderes y compromisarios, han aplazado el resultado hasta el secreto de la votación. Probablemente lo mismo esté aconteciendo en las alcobas de otras comunidades. De esta contienda, Pablo versus Soraya, el electorado de derechas extraerá muchas lecturas, se van a clarificar muchas posiciones internas y de un resultado u otro concluiremos si en el PP progresa en la democracia interna o retrocede. 

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