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Los orígenes de Zara perviven en Travesía de Vigo

El matrimonio (Carlos Estévez y Adelaida Vaqueiro) posando junto a sus hijas con las batas que conservan.
photo_camera El matrimonio (Carlos Estévez y Adelaida Vaqueiro) posando junto a sus hijas con las batas que conservan.

Carlos Estévez conserva más de quince prendas de Goa y solo se plantea venderlas a la fundación Amancio Ortega

"En aquella época decíamos: 'Si este hombre sigue usando estos tejidos, se va a arruinar'", confiesa Carlos Estévez mientras sonríe. Jubilado a sus 67 años es todavía propietario de la tienda Confecciones Carlos, con 42 años de historia, en la que conserva una veintena de prendas de vestir de la empresa Goa fundada por Amancio Ortega en la década de los 60. Ahora regenta el negocio familiar su esposa, Adelaida Vaqueiro, aunque los dos esperan que una de sus hijas continúe la actividad.
Fue la casualidad la responsable de que una de las hijas de este matrimonio, que estudió diseño, encontrara en unas cajas guardadas en el desván de la casa familiar una de estas batas, tras enterarse de que se había vendido una en Boiro por 600 euros.
"A mi no me gusta nada tirar género", señala Carlos Estévez. Por eso, "al acabar cada temporada, en la época de rebajas, recogía el escaparate y lo que no vendía, habitualmente las tallas más pequeñas, lo guardaba en una caja" que acababan en su casa, tanto en el desván como en el garaje. "Buscando en ellas hemos encontrado decenas de batas y camisones" para mujer diseñados por Amancio Ortega. No son las únicas "reliquias" del diseño gallego que conservan. De los talleres de Goa también salieron lencería y camisas para hombre bajo la marca Noites y ropa para niños con el nombre de Fíos. De todos conserva al menos una muestra, siempre de talla pequeña. "Cuando pides una colección traes solo una o dos prendas de la talla más pequeña porque nunca se vende, pero los clientes siempre agradecen que les puedas encontrar una", señala Estévez. Pero muchas de estas acabaron cogiendo polvo.
El origen de Confecciones Carlos, ubicado en la Travesía de Vigo, está en el negocio que regentaron sus padres en la plaza de Teis. "Mis abuelos siempre colocaron a sus hijos un negocio, y yo aprendí desde niño a estar detrás de un mostrador", señala Carlos Estévez. Sus abuelos eran de Ourense y, por avatares del destino, sus padres terminaron viviendo en Vigo. Cuando se trasladaron al local de Travesía las prendas de Amancio Ortega "eran lo más, cuanto vendimos" recuerda el matrimonio.

Algunas prendas se exhibirán en el Centro Comercial A Laxe

 La pregunta es evidente. ¿Qué sucederá ahora con estas prendas? Carlos Estévez y Adelaida Vaqueiro señalan que ignoran el valor que tienen los productos que aún conservan, y descartan venderlos a no ser que sea para una buena causa. "Si Amancio Ortega o sus hijas quieren recuperarlo para su fundación que me lo compre", sentenia Carlos.
El motivo es sencillo de entender. No quieren facilitar que otras personas especulen con los tesoros que han cuidado durante cuatro décadas a su costa. Reconocen esta posibilidad porque la picardía se deja caer por la tienda desde el día del descubrimiento. "Nos preguntan si tenemos alguna bata dándonos la descripción y le decimos que no se vende nada de eso", porque son "clientes que no hemos visto nunca".
Pero el interés público que suscita este hallazgo ha llevado a que una de sus hijas decidiera organizar una pequeña exposición, que se celebrará en el Centro Comercial A Laxe, con muchos flecos de organización aún por cerrar.
Otra posibilidad que deja abierta el propietario del local es que un coleccionista privado les avise porque necesita una y otra prenda para completar su colección. En ese caso se valoraría el precio de la venta.
El matrimonio asegura que la calidad de aquellas prendas era inigualable y que el diseño era precioso para la época. Se vendía muy bien aunque ya en su momento los precios eran bastante elevados. "Una camisa buena de Goa podía valer 6.000 pesetas", recuerda Carlos Estévez. Lo que al cambio serían unos 36 euros.
Carlos Estévez y Adelaida Vaqueiro han decidido disfrutar de la anécdota. "Es lo único que nos queda", confiesan. Pasan el día montando su belén de 7 metros mientras los vecinos les saludan felicitándoles por haber encontrado estas prendas.

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