Opinión

No, no soy del PP; pero quisiera votar a Casado

Me afean algunas personas en Twitter que, en un programa televisivo, yo haya pronunciado estas palabras: "es urgente que elijan a Pablo Casado en las primarias del PP". Un interlocutor en las redes, en tono quizá no demasiado amable, me reprocha: "si usted salta a la vista que no es del PP, ¿cómo se atreve a recomendar un candidato". Pues eso: precisamente porque no soy del PP -ni de ningún otro partido, ojo- y soy un español más, de a pie pero con la suerte de tener esta tribuna, pero estoy convencido de la necesidad de que esta formación, abandonada un poco a su suerte por Mariano Rajoy, debe pervivir y ser una opción de gobierno. Quizá no -por ahora- 'mi' opción de gobierno, pero sí la de otros muchos, que recelan de las voces que les reclaman para apoyar 'una opción verdaderamente de derecha' o 'una solución verdaderamente de centro'.
De acuerdo: el PP parece que ha hecho no pocas trampas en cuanto a su financiación e incluso ha hinchado hasta lo inconcebible el censo de militantes, como ahora ha quedado al descubierto. Un desastre organizativo, por decir lo menos, que debería vetar para comparecer en las elecciones primarias a la presidencia del partido a quien, hasta ahora, ha mantenido la secretaría general del partido, desde la que, teóricamente, se controla el aparato, las finanzas... Y... hasta el sistema electoral de cara al inminente congreso extraordinario, del que saldrá el sucesor de Fraga, de Aznar, de Rajoy; el líder conservador que habrá de decidir si el Gobierno futuro de España es una coalición de centro-derecha o de centro-izquierda. Nada menos: que eso se juega en el congreso extraordinario de los próximos días 20 y 21 de julio.
A mí, por lo que expongo, y por otros motivos que prefiero no exponer, me parece que doña Dolores de Cospedal, mujer inteligentísima y de carácter, no puede, simplemente, no puede -no podría, no debería- presentarse a estas elecciones internas, de las que antes, cuando las practicaban los socialistas, tanto abominó. Ni tampoco estoy seguro, aunque admito que puedan albergarse dudas, de que la ex vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría debiese mantener su candidatura: demasiada pelea interna, y no poco pasado, como para pretender que ella supone la renovación.
Nos queda, así, Pablo Casado, uno de los cuatro vicesecretarios de un partido que ha de refundarse. Y sí, digo refundarse, como Aznar refundó la Alianza Popular de Fraga en 1990. Se me antoja que el aún joven diputado por Ávila es quien mejor podrá representar no sé si la total regeneración de un partido que tiene en su haber páginas gloriosas, porque tiene mucho también que hacerse perdonar, pero que igualmente ha de reflexionar no poco sobre sus errores.
Pero Casado es el único que encarna una cierta novedad; creo que los aspirantes con escasas posibilidades deberían allanarse en su favor. Y que algunos de los 'veteranos' más prestigiosos, desde Jesús Posada hasta Romay Beccaria, desde el alcalde de Málaga hasta los presidentes del Congreso y del Senado, así como algunos buenos ex ministros, habrían de reflexionar si el actual sistema de 'pelea de influencias', por el que unos apoyan a quien quizá mañana les garantice un futuro al sol, es el más adecuado para la supervivencia de un partido amenazado a derecha, izquierda y centro. Amenazado, sobre todo, por sí mismo.
No, no soy militante ni, casi nunca, votante del PP; por eso mismo me preocupa la pervivencia del PP. Olvidemos rencillas y ambiciones: esta es una opción necesaria en unos momentos clave de la vida política nacional. El tema tiene mucha más trascendencia de lo que parece.

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