Opinión

La muerte de Khashoggi cierra la etapa del despilfarro de Marbella

Pasa el tiempo tan deprisa que al enterarme de la muerte de Adnan Khashoggi he tenido que darle a la moviola de mi memoria, retroceder nada más y nada menos que 30 años para situar al personaje allí donde le conocí, en la Marbella de finales de los ochenta, de la mano de Jaime de Mora y Aragón, que fue quien le introdujo en la jet set. Un mundo que algunos recuerdan con añoranza y otros como la antesala de lo que vino después: saqueo de las arcas municipales por parte de políticos de nuevo cuño, arribistas, corruptos, para quienes el Ayuntamiento solo fue el objetivo oscuro de deseo para hacer de Marbella la ciudad sin ley en la que se convirtió después de que Jesús Gil y Gil ganase las primeras elecciones porque, según dijo y no mentía, sólo le movía el interés por ganar dinero pero también hacérselo ganar a todos esos personajes sin escrúpulos que le rodeaban. Muchos de ellos están o han estado en prisión, y de quienes solo queda un mal recuerdo, por más que fueran muchos los ciudadanos que propiciaron que ganaran en la urnas lo que no pudieron ganar por méritos propios.
A Khashoggi lo recuerdo en su mansión de La Zagaleta, un lugar exclusivo donde se comenta que tiene casa el mismísimo Vladimir Putin, una noche en la que se conjuntaron todos demonios para que tantos años después aún perdure en mi memoria un incidente que retrata como ningún otro al personaje y a quienes le rodeaban.
Al festejo nos convocó Jaime de Mora, que ya por entonces había perdido el encanto de "enfant terrible" que tan famoso le hizo. Y digo nos convocó porque hasta La Zagaleta fuimos Carmen Rigalt, Ignacio Camacho, un grupo de paparazzis, y yo. El motivo de tan inaudito encuentro no era otro que la fiesta de cumpleaños de Khashoggi, quien nos recibió con todos los honores tal y como le había encomendado el hermano de la Reina Fabiola de Bélgica.
Recuerdo que después de enseñarnos los salones, el bar y la discoteca donde iba a tener lugar una cena de gala, nos invitó a marcharnos sin más explicaciones. Tenía prisa porque no viéramos a sus invitados entre los que se encontraba la jet-set marbellí y entre otros, Antonio Burgos y Jesús Quintero. Pero ocurrió que uno de los fotógrafos de la agencia Korpa se había quedado rezagado y no había forma de dar con él, lo que obligó a nuestro anfitrión y a sus secuaces a sacar dos perros de gran tamaño para que le buscaran ya que según se nos informó había una exclusiva de por medio que tenía que cobrar Jaime de Mora, y no querían bajo ningún concepto que nadie se la estropeara.
Durante la espera se incendió el helipuerto, lo que obligó a algunos de los empleados, incluida Lamia, la bella mujer de Khashoggi, a buscar extintores con los que apagar el fuego. Un momento de tensión que nosotros contemplamos entre divertidos y asombrados y que se agravó cuando llegó un autobús del que descendieron veinte o treinta señoritas vestidas de sirenas que un empleado se encargó de distribuir por los jardines de la mansión como si fueran esculturas vivientes.
Ni qué decir tiene que al día siguiente todos los periódicos destacaban la noticia como no podía ser de otra manera, ante el enfado manifiesto de Jaime y del riquísimo saudí, que acabaría con sus huesos en la cárcel por tráfico de armas. Un trágico episodio que el dinero no le pudo evitar. De él y su familia supe años después cuando tuvo el accidente Lady Di, ya que Dodi Alfayet era el hijo de la hermana de Khashoggi. Una historia trágica a quien la muerte ha puesto punto y final.

Te puede interesar