Cartas al director

Motivar o reprender

 Hace unos días leí unos artículos de Mary Cooney en la web “MercatorNet”, en los que autora reflexiona sobre la educación de los hijos y sobre los inconvenientes que tiene el uso de premio y castigo como únicos referentes, abogando por otro estímulo: hacer el bien.
La lectura de los tres artículos me hace pensar que esos hijos serán, en un futuro más o menos mediato, personas que formarán parte del mundo de la empresa, política, ciencia..... y por tanto los que en mayor o menor medida incidan con sus decisiones en diferentes ámbitos de la sociedad.
Creo plenamente acertadas las conclusiones de Cooney pues tener un hábito de conducta induce a la persona a actuar de una determinada forma; por tanto nuestra actuación vendrá determinada por la costumbre adquirida cuando somos más “maleables”: en la infancia. Esto lo podríamos definir como un acto reflejo: si hago una “cafrada” seré castigado, si hago un “gracia” me darán un premio.
Esta situación se ve agravada cuando la premisa de nuestra acción ya está definida con el resultado del logro, así la persona (el niñ@) actuará según la apetencia que tenga de la oferta.
Si por el contrario nos basamos en el bien que supone cada acción, el hábito que se crea lleva a la persona (al niñ@) a olvidarse de sí mismo y pensar más en “el otro”.
Este “aprendizaje” le será de gran utilidad en el futuro. La persona que basa sus actos en mejorar su entorno es más permisiva con los demás, entiende el error tanto propio como ajeno, buscará siempre motivar/provocar en todo y en todos un actuar sin pensar en la recompensa; pensar únicamente en lo que se puede hacer mañana para mejorar un poco más lo que hemos hecho hoy.
Seremos mejores padres, trabajadores, personas, si basamos nuestros quehaceres en buscar únicamente lo bueno, dejando en un segundo plano las recompensas materiales y los reconocimientos públicos.