Opinión

Mis recuerdos de Luis Carballo

No tengo yo el ánimo mejor dispuesto para escribir, luego de que en pocos días de nos hayan ido tres queridos amigos: los periodistas Arturo Lezcano y Rodrigo Varela, y ahora el entrañable Luis Carballo. Poco más cabe añadir de este creativo singular a quien tanto debe la imagen de Galicia y no sólo la de la moda gallega que él propiamente inventó.
Acuden a mi mente atropelladamente, constreñidos por la pena, recuerdos de tantas tardes de charla en su casa de Panxón, en su finca de Nigrán o en sus oficinas de Gran Vía. Era un divertido contertulio y, en confianza, contaba cosas muy curiosas de los personajes que él había creado.
Con la fina ironía de los dandis, Carballo relataba divertido la transmutación experimentada por alguno de los personajes de los que era autor. Como buen publicista, Luis Carballo había adornado la biografía personal de sus pupilos para fabricarles la necesaria solvencia internacional.
Así por ejemplo, la estancia de uno de ellos, de los más conocidos, en París, donde sobreviviera con el honrado empleo de lavar platos, se convertía en “una estancia en la capital de la moda adquiriendo la solvencia y los conocimientos necesarios en las técnicas del diseño” (de la cocina, realmente). Pero lo más gracioso es que alguno de estos creadores había llegado a interiorizar de tal modo la biografía que les escribiera Carballo que, incluso delante de él, relataban como cierta la propia fantasía que el general diseñador les fabricara.
Pero a veces, sin darse cuenta, metían la pata. En una ocasión, en Ourense, uno de ellos que intervenía en un acto universitario como conferenciante, al responder a un estudiante que levantara la mano para llamar su atención, llegó a decir que este gesto le recordaba cuando él estaba en la Universidad y pedía permiso para ir al cuarto de baño. O sea, que no estuviera en universidad alguna del mundo, donde cualquiera que tenga que ir al excusado se levanta y va, sin pedir permiso.
Se han destacado ya alguna de las creaciones de Luis Carballo, desde el “Pelegrín” que todavía campea como símbolo xacobeo a “Galicia moda”, cuyas veladas recuerdo con enorme nostalgia y que no tuvo la continuidad que merecía, sobre todo, por la falta de apoyo y perspectiva de la Xunta de Galicia.
Como en la obra de Pirandello, Carballo fue un creador de personajes que, no tengo claro, que le guardaran luego el agradecimiento que le debían, como si realmente hubiera volado solos y no gracias al impulso y la intuición de quien les dio vida pública y proyecto su inicial taller de costura en empresas de marca de mayores aspiraciones.
Luis Carballo era un creativo en sentido puro, es decir poco de él que era un gran publicitario. Era algo más, un hombre inteligente, audazmente originario e imaginativo. Tampoco se puede reducir a que era sólo un hombre de marketing. Era un genio cotidiano y una persona a quien todos queríamos. Y lo seguimos queriendo. Las personas como él nunca mueren. Su obra les sobrevive en el recuerdo y en el corazón de quienes las admiramos y quisimos y quizá porque creíamos que nunca nos dejaría. Que la Tierra le sea leve.

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