Opinión

Mira que eres zote, Zoido

Zote, zopenco, zoquete, zámbigo. Zoido no tiene parónimos. Ni parangón. Está bien alabar a los de casa, barrer para adentro, disimular las fragilidades internas sacando pecho. Pero Juan Ignacio se ha pasado siete ayuntamientos. Y dos países. Hasta Alemania ha llegado su frenada. 
 Sí. El bisoño ministro ‘zevillano’, que ayer, como quien dice, se hizo cargo de la ‘samsonite’ de Interior, hoy nos suelta esta bravata en ‘Espejo Público’ sin cortarse un pelo del tupé: “Lo que ha pasado en Berlín, no podría suceder en España”. ¡Ole ‘zu grasia’!… 
 Se refiere este ‘zo’ bárbaro de zoo, al atentado terrorista del pasado mes de diciembre, en el que un hijo de puta yihadista acabó con la vida de 9 personas al irrumpir con un camión en un mercado navideño y llevárselas por delante sin torcer el morro; mirando hacia La Meca, a buen seguro, mientras su boca cuajaba espumarajos de odio contra el infiel teutón que le había recibido meses antes como refugiado. 
 Hay que ser cenutrio Zoido. De verdad. Aquí, indiscreto sacamuelas, ocurre que pusieron mochilas explosivas en cuatro trenes a la vez; que se cargaron a 192 almas inocentes; que causaron centenares de heridos, cercenando extremidades y familias. Y que si se molestasen en estamparlos contra las estaciones, mañana mismo nos hacen la pascua del cordero. ¿A qué viene esta provocación innecesaria? ¿A qué esta incontinencia andalusí? Di que no nos arredraremos ante las amenazas, que España no paga a asesinos, que si hace falta volveremos a reconquistar Al Andalus. Pero no digas estupideces Zoido, que el horno no está para bollos: Piensa en el Rastro madrileño un domingo por la mañana, en las Ramblas de Barcelona después de ganar el Barça al Espanyol, en la Praza del Obradoiro el día de Apóstol. Y santíguate. Pero corre y no te fíes. Por si acaso. 
 Aquí, como en cualquier país, estamos expuestos a que un aborto de Alá saque un arma, o se suba a una furgoneta, o monte una pira con una petaca de gasolina y empiece a sembrar el terror en cualquier parte, en cualquier momento y con cualquier motivo: las caricaturas del Profeta, las huríes, o el coño de la Bernarda. Alardear de fuerzas de seguridad en estos casos, es querer frenar el tanque del odio con un cepo.
 Zoido, que pareces Zoilo –maldicente-, como lo llama Cervantes en el prólogo de su Quijote. Piensa, antes de hablar, si lo que vas a decir es más hermoso que tu silencio. Si no, más te valiera ser mudo. Que en vez de sevillano, pareces de Bilbao de tanto que presumes de gudaris. Falapouco. 
 ‘Y con esto, Dios te dé salud, y a mí no olvide. Vale’… (Del prólogo del Quijote, leches, que ahora ni dios lee nada.) Y así nos lucen los bocazas.

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