Opinión

El mayor problema de Vigo (y 2)

Los datos de la evolución de nacimientos y saldo vegetativo -diferencias anuales entre partos y fallecimientos- resultan muy duros para una ciudad como Vigo, que ha hecho de su esplendor demográfico su señal de identidad número 1. Su mejor publicidad es la que decía que en el siglo XX fue la ciudad europea que más creció, lo que quizá resulte exagerado, pero que tiene una buena carga de razón. 
A inicios de la anterior centuria, la ciudad apenas pasaba de 25.000 habitantes y 100 años después rozaba los 300.000, un salto tan grande que todavía no ha sido digerido del todo, y de ahí la mezcla de urbano, rural e industrial que se extiende por todo el municipio. Y de los múltiples “agujeros” que quedan por remendar en el vestido de la ciudad, como A Seara o el entorno de Balaídos entre otros muchos. 
Vigo creció mucho y muy rápido y así se forjó. A finales del pasado siglo y sobre todo en la segunda década del XXI la Muy Leal ha echado el freno al alcanzar a la costa el desastre demográfico gallego del interior: nacen menos niños -en 2016 fue el año en que menos vigueses se registraron en toda la historia reciente- y más fallecimientos debido a que la población envejece. Estamos ante el mayor problema de esta ciudad, de difícil solución a corto o medio plazo.
Aunque la perspectiva no es buena la visible recuperación de la actividad en los dos sectores clave, la automoción y el naval, y el impulso al turismo pueden obrar una recuperación que vendría por frenar el éxodo de jóvenes a otras ciudades -Madrid, sobre todo- y volver a ser un punto de llegada para inmigrantes de España y de fuera.  O eso o el declive. Continuará...

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