Opinión

Marandina

Los argentinos analizamos a los demás con soberbia y sin piedad, y pocos nos atrevemos a aplicarnos igual rudeza. Yo sí. Y he decidido disolverme como nacionalista y como tanguista. Callaré al acabar el disco de Gardel”.
 Se lo dice al cronista Aldo J. Albini, psicólogo de Mendoza, ciudad de gente que, asegura, es la única del país mayoritariamente autocrítica.
 Albini se lamenta desde hace dos décadas de la lamentable reacción de simpatía de muchos compatriotas con Maradona tras sus espectáculos televisados bajo el alcohol o las drogas, como en el Mundial de fútbol de Rusia. 
 El alma colectiva de Argentina está retratada en Maradona, continúa Albini: “Se le nombró mejor futbolista de la historia. Lo declaramos héroe nacional perdonándole su carrera envuelto en drogas, cuando es el peor ejemplo para los niños que lo idolatran”.
 Drogadicto y borracho que inicia peleas, predicador populista de tópicos vulgares, tramposo, como los militares, pero también con un toque de genialidad, Maradona-Argentina es un ente que se destruye a sí mismo mientras aplaudimos su estafa, el gol que mete con la mano porque es la mano de Dios.
 Maradona y Argentina: Maradina, cuerpo de formas extrañas, pero portentoso. Se hizo rica exportando su fuerza interior, pero se arruinó dilapidando sus virtudes y potencialidades.
 Negamos que la razón de nuestro hundimiento permanente sea la miseria interna, las juergas locas, las drogas-dólar y la corrupción. Aún con Macri como presidente Maradina es peronista, se tatúa de Che Guevara, de Fidel, culpa de su desgracia a quienes la enriquecieron y sigue dando consignas beodas y drogatas que muchos siguen.  Soy de un país insensato en el que se alaba a Maradona, donde hay quien desea otra guerra con Inglaterra para recuperar las Malvinas.
 “Acabó Gardel el tango. Me callo”.

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