Opinión

La estrategia del ratón

Si alguna vez se le ocurre perseguir a un ratón joven, y observa los modos que tiene de escapar, verá que actúa con una astucia sorprendente. Non tardará en comprobar que todos los pasos y vericuetos por los que se escabulle los tiene previstos. Verá como no hay barrotes de jaula, ni espacio cerrado, donde no tenga previsto el punto de evasión. Y si alcanza a refugiarse en  la madriguera, olvídese de aguardar para verlo salir por ese agujero. El interior del refugio está diseñado para alcanzar la libertad por otras salidas lejanas, perfectamente situadas fuera de la vista del perseguidor.
Sin embargo el ratón, especialmente el de campo, antes de morir de muerte natural, viejo, enfermo y cansado, prefiere ser víctima de cualquier depredador. Es prolífero procreando pero no longevo.
La estrategia del ratón es la seguida por Puigdemont para burlar la miopía política del Gobierno del Estado. Va a morir joven, depredado por la realidad, pero jamás será cazado por las trampas, jaulas, barrotes y escobazos con que desde Madrid intentan detener sus correrías. No para de procrear independentistas a una velocidad de vértigo mientras Rajoy y los suyos corren de un lugar a otro tapando hipotéticas salidas, escudriñando escondites, enarbolando leyes inoperantes, recurriendo a quesos legales que el roedor rechaza comer…
La estrategia de Puigdemont, a dos días del referéndum ilegal, ha sido un éxito del escapismo y un fracaso del miedo del cazador. No hay duda. Antes de empezar la carrera el independentista tenía todos los túneles de la madriguera bien organizados, había previsto todos los movimientos del contrario y el modo de burlarlos. Solo el artículo 155 de la Constitución podía suponerle el bloqueo absoluto pero también sabía que tal bebedizo no se quería utilizar.
Y, con una astucia ratonil extraordinaria, ha conseguido que su desobediencia sea considerada una acción de defensa democrática. Que su trapisonda se tome como una gloria del “derecho a decidir”. ¿Y por qué hemos llegado a esta confusión? Porque el roedor conoce bien el terreno que pisa y el gato, tan voluminoso y autosuficiente, ha creído que la fuerza de sus garras económicas y judiciales, protegidas por el respaldo internacional, serían suficientes para anular al pequeño  ratón. 
Ha resultado lamentable ver a Rajoy peregrinando a la casa del gran gato Tump para sentirse seguro. Aplicando la vieja estrategia del boomerang, tan usada en política, de mostrar prestigio fuera para que los de dentro la asuman. Sin embargo en este caso la maniobra también ha fallado, el ratón se ríe del desprestigio de la vigente caricatura del Tío Sam y en la calle se ha percibido a un presidente español recurriendo al primo de zumosol para mantener la casa en orden.
Suceda lo que suceda el domingo, la no aplicación el artículo de la Constitución (aunque el 155 no nos guste a muchos demócratas constitucionalistas) ha invalidado a la propia Carta Magna y por esta vez la asamblea de ratones ha logrado ponerle el cascabel al gato.  

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