desafío soberanista

La batalla de la comunicación

El exconseller de Asuntos Internacionales ahora en prisión Raúl Romeva.
photo_camera El exconseller de Asuntos Internacionales ahora en prisión Raúl Romeva.

El pasado miércoles, millones de españoles se indignaron con las imágenes de Barcelona:  los huelguistas que lograron paralizar  durante unas horas varias autopistas y la  estación de Sants en Barcelona, utilizaban menores, en muchos casos niños, para alcanzar su objetivo. Además de sentar críos de apenas cuatro años en la calzada de una carretera  impidiendo el paso a los vehículos,  colocaron a adolescentes de 13 o 14 años en las vías del tren. El propio gobierno envió esas imágenes a medios de comunicación, con apenas una línea de texto, por no habían tenido acceso a ellas.  
Al fin. Hasta entonces, los únicos videos y fotografías que llegaban a las redacciones o a los móviles de un buen puñado de periodistas españoles y extranjeros eran los que les enviaban  personas que trabajaban en la Generalitat o algunos de los partidos y movimientos independentistas. Con una diferencia significativa respecto a las recibidas el día de la huelga: la diferencia entre mentira y verdad. El 1 de octubre, por ejemplo, las imágenes más impactantes no se correspondían con cargas policiales contras quienes pretendían participar en el referéndum ilegal, sino que eran de tiempos pasados, situaciones que no tenían nada que ver con el deseo de votar. Fake news, noticias falsas, terminología que se ha puesto muy de actualidad desde que Trump es presidente de Estados Unidos.  
Fake news que sin embargo fueron profusamente emitidas por algunos de los medios de comunicación más influyentes del mundo, y que sirvieron a gobernantes de varios países para denunciar la violencia española. Esas fotografías fueron distribuidas por los movimientos independentistas. Como el dato –fake new- de que el 1 de octubre las cargas policiales habían provocado 900 heridos. Habían sido cuatro, dos de ellos leves. O como el dato –fake- de que a una mujer un policía le había roto los cuatro dedos de la mano uno a uno y le había tocado los pechos. Tuvo una leve lesión muscular en un dedo y un video demostraba que ningún policía le había tocado los pechos.
Puigdemont y su equipo de gobierno, con la ayuda inestimable de los partidos independentistas, y de la ANC y Omnium, entendieron que necesitaban el apoyo internacional para conseguir la independencia, y a su vez necesitaban la ayuda de los medios de comunicación internacionales para generar el clima necesario.
Decidió Puigdemont crear una consejería de Relaciones Exteriores que tendría como prioridad la “venta” del independentismo en el exterior, e integró a tres relevantes comunicadores  en su “sanedrín”: la periodista Pilar Rahola, con columna destacada en la Vanguardia –el periódico de referencia del centro derecha catalán-, así como al exdirector de La Vanguardia  Josep Antich y al editor y experto en comunicación  Oriol Soler, que se empeñó en captar personajes mediáticos internacionales y, a través de intermediarios, logró que desde su encierro en la embajada de Ecuador en el Reino Unido Julian Assange se convirtiera en un destacado defensor de la causa independentista y, desde Moscú, lo hiciera –más discretamente- el ex agente de la CIA y la NSA  Edward Snowden. De forma imprevista, encontró una peculiar portavoz más para su causa, la actriz Pamela Anderson, que al parecer mantiene una estrecha relación con Assange.
Romeva no se ocupó de abrir cauces de diálogo con otros países, su interés era otro: los periodistas. Puigdemont había ejercido como periodista durante años y conocía muy bien el poder de la comunicación, así que Romeva, al frente de Diplocat y su famosa red de “embajadas” se centró en establecer relaciones con articulistas de periódicos, televisiones y emisoras de radio extranjeras.

ALFOMBRA ROJA 
El gobierno español no advirtió el peligro o, si lo advirtió, no supo medir sus consecuencias. Mientras Romeva viajaba por todo el mundo y mantenía contactos en sus “embajadas” con directores de medios, Moncloa ponía trabajas a los corresponsales para entrevistas. Lo habitual era remitirles al gabinete de prensa de los ministerios para facilitarles información.
Romeva por el contrario desplegaba alfombra roja. Abría las puertas de la Generalitat,  incluidas las del despacho del propio presidente, a los corresponsales o enviados especiales; se prodigaba en invitaciones para que visitaran Cataluña los directores o editores que lo desearan, y ofrecía lo que más desea un periodista: encuentros con las personalidades. Facilitar el número de su teléfono  móvil  formaba parte del guión del primer encuentro que mantuviera con un comunicador extranjero  y,  en sus constantes viajes al exterior,  siempre incluía un almuerzo o cena con los periodistas más influyentes.  Organizaba foros con participación de los personajes más conocidos de esa comunidad, incluido el presidente o el expresidente Artur Mas, y no había periodista que no fuera tratado como si fuera una figura de relevancia internacional. 
A nadie extraña por tanto que,  convocado el referéndum del 1 de octubre, esa consulta ilegal provocara tanto eco en los medios extranjeros. Mientras, el gobierno español seguía sin advertir que la batalla de la comunicación la estaba ganando, por goleada, un gobierno que quería romper España y que, para conseguirlo, no tenía el menor pudor para dar una versión de los hechos completamente falseada, engañosa, mendaz, que sin embargo daban como cierta no solo una parte importante de catalanes –con la ayuda inestimable de la educación recibida en colegios y universidades- sino que además la aceptaban como verdadera la comunicación internacional.
Con un elemento a favor que ha sido esencial para el independentismo, en este caso dentro de España: TV3, la televisión autonómico que no ha tenido ningún pudor en ponerse al servicio del gobierno de manera absolutamente innoble, porque así pueden calificarse las maniobras para emitir programas diseñados especialmente para  ofrecer la historia a conveniencia, organizar tertulias de cuatro o cinco independentistas machacando verbalmente a quien no lo era y se enfrentaba solo ante un grupo que no ponía límites a su agresividad. 
Solo cuando los medios extranjeros se posicionaron clara, abierta e inquietantemente a favor del independentismo, con argumentos como el derecho a decidir,  a la libertad de expresión o a intentar liberarse del yugo que imponía Madrid, comenzó el gobierno de Rajoy a reaccionar.  Con éxito, pues en solo un mes logró más apoyos a la defensa de la unidad de España que en los últimos seis años.
Los ministros fueron más receptivos, varios de ellos se avinieron a entrevistarse con periodistas de otros países, aceptaron invitaciones para  acudir a programas de televisión dentro y fuera de España y en Bruselas se desplegó un importante dispositivo de comunicación con las autoridades europeas.Tarde. Lo único que tranquiliza a quienes defienden la españolidad de Cataluña es que son tantos, y tan graves, los errores cometidos que a pesar de su eficaz política de comunicación están perdiendo peso, credibilidad y unidad.n

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