Opinión

Ir o no ir a esa tele, esa es la cuestión

La cuestión es que, en las guerras, lo primero que sufre es la verdad o, sea, la libertad de expresión. No quisiera, en estos momentos tan graves para la democracia española y cuando faltan pocas horas para una votación trascendental, personalizar en mí acontecimiento alguno, pero no puedo dejar de relatarlo. Por lo significativo, casi ya por ser un mal cotidiano. El caso es que decidimos presentar, precisamente en Barcelona, precisamente en la jornada de reflexión, un libro de contenido histórico-político que acabamos de sacar a la luz mi compañero Federico Quevedo y yo. Una televisión autonómica catalana me llamó para entrevistarme en la tarde de ese mismo día, es decir, este jueves. De pronto, esa convocatoria quedó suspendida: al parecer, no convenía hablar de `temas políticos` en un medio público en esa jornada de reflexión.
O sea, que la presentación de un libro es uno de esos `temas políticos` que esa televisión, que durante toda esa jornada va a estar hablando de cuestiones políticas, trata de evitar. Tiendo a pensar, y no es precisamente paranoia, que más bien ni el contenido del libro ni quienes lo firman son del agrado de los jefes de quienes antes me habían llamado para ir a ese programa. Y la verdad es que esa tele, y los medios públicos catalanes, han sido objeto de una polémica no pequeña acerca de su imparcialidad o no. Nunca quise entrar en esas polémicas, ni participé de la opinión de quienes querían cesar a los responsables de algunas emisoras -aunque en su día critiqué algún nombramiento, obviamente partidista--: la libertad de expresión hay que cuidarla incluso cuando no nos cuide, hasta cuando no sea demasiado liberal.
Esta vez, quizá por anti independentista confeso, acaso por haberme mostrado partidario, si hubiese tenido el privilegio de poder votar en las elecciones catalanas, de un determinado candidato, me quedé, como Umbral, sin poder hablar de `mi libro`. O, lo que es lo mismo, sin poder opinar en `esa` televisión en concreto sobre la cuestión catalana, precisamente en la jornada de reflexión. Un residuo absurdo de una legislación electoral no menos absurda que todos dicen siempre repudiar y que nadie ha solucionado hasta ahora. Y ahí seguimos, incumpliendo de hecho una norma, como la de no publicar encuestas desde determinado día, que es ya, en estos tiempos de Internet, tan fácilmente incumplible. Pues lo mismo sobre la jornada de reflexión.
Pero no quisiera limitarme a criticar lo que a mí haya podido sucederme, que carece de importancia, más allá de lo sintomático. Desde el otro lado, en el que me encuadro, creo que se cometen no pocos abusos, no pocas pasadas. No puedo silenciar mi disgusto ante el hecho de que a algún candidato encarcelado se le impida hacer campaña desde la cárcel, y se proponga sancionarlo por haber hecho llegar a los mítines grabaciones con su voz. Ni me gustó que la Junta Electoral, en un exceso de auto atribución de funciones, amenazase con sancionar, precisamente a `esa` televisión que a mí me excluyó, por hablar de `president` de la Generalitat cuando se refería a Puigdemont, y no de `ex president`. Puntillismo algo ridículo, en mi opinión. Algunos se fijan en la paja en el ojo ajeno y no en la viga en el propio.
En fin, confiemos en que, una vez que hablen las urnas, retorne la cordura. Si es que alguna vez, en esas cuestiones de la comunicación, la cordura existió realmente. Y uno, sin ir a la tele, hala.

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