Opinión

Ganar la guerra y perder la Paz

Si en algo estamos todos (o casi todos, menos Maduro) de acuerdo es que en Venezuela existe un problema muy serio y, a mi modo de ver, muy difícil de solucionar a la corta o a la larga. Algo mucho más grave que la difícil sustitución del señor Nicolás Maduro. En una “posible” confrontación civil se podrá ganar la guerra e incluso llevar a la cárcel o a Guantánamo al mandatario chavista, pero nunca por este camino se llegará a la paz. Tremendo despropósito sería encarcelar a Maduro. Supondría crear un mártir para el chavismo, lo cual empeoraría la situación tremendamente. El final debiera venir por otro camino.
Una ideología, un régimen, sea del color que fuere, una vez instaurado en una sociedad es dificilísimo de erradicar totalmente. E incluso cambiarlo de signo violentamente supondría un gravísimo error. O se hace por el camino del diálogo y la concordia, algo en casos prácticamente imposible, o serían inútiles los intentos.
Permítanme que les ponga unos cuantos casos dignos de estudio y que corroboran lo que yo pienso. Para empezar, Cuba. Pretender borrar el castrismo de un plumazo sería nefasto e imposible. Y las razones son claras. Durante décadas se ha ido sembrando y para bien o para mal tiene seguidores con los que es imprescindible contar en bien del país. Después de tantas décadas, pretender un vuelco es inútil e incluso malo para los cubanos. Habrá un gran número que ansían ese cambio de signo, pero también millones que siguen fieles al sentir de Castro. Y esto es evidente.
En Argentina, más de lo mismo. El peronismo es como una religión. Habrá varias facciones peronistas pero un gran número de argentinos “veneran” al general Juan Domingo Perón. Y esto en todos los sectores de la sociedad argentina, incluida la Iglesia… Por eso ya pudo hacer cosas buenas Alfonsín, ahora Macri o quien sea, que siempre tendrán enfrente a una colectividad peronista. La misma dictadura nunca consiguió nada más que sangre y terror que hace pervivir a las Madres de la Plaza de Mayo. 
En España, la Transición nació desde las mismas filas del franquismo y acaso por ello triunfó, pero tengamos en cuenta que aquellos cuarenta años de dictadura calaron en una parte del pueblo y perviven y afloran con la salida a escena de formaciones políticas. Y así podríamos seguir poniendo ejemplos como Rusia y otros pueblos. 
Pero volviendo a Venezuela, tenemos que reconocer, tratando de ser imparciales, que el nuevo sesgo de la sociedad venezolana tendrá que contar con esa semilla que sembró Hugo Chaves y cultivó también Maduro. De una manera u otra esa planta va a pervivir décadas. Pretender arrancarla de golpe nunca sería positivo para el pueblo venezolano. Cierto que la dictadura de Maduro es rechazable y que debe desaparecer para que aquel pueblo pueda sobrevivir. El problema es el modo.
Y desde luego nunca las armas. Se trata de conseguir que el actual dictador tirano abandone el poder y se vaya “pacíficamente” y por su cuenta, a un exilio que nunca podrá ser represivo. De ninguna manera se puede lograr la creación de un mártir. Sería mucho peor. Porque entre sus filas, en el ejército o en cualquier sector tiene muchos o pocos files, pero los tiene. Una guerra supondría espolearlos de una manera clara. Nunca olvidemos que, lograda la solución que fuere, la semilla del chavismo va a permanecer en el pueblo venezolano por muchas leyes que en su contra se dicten. Como permanece el castrismo, el peronismo e incluso el franquismo.

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