Opinión

El fin del mundo puede venir bien

Si están leyendo esto es que la última teoría sobre el fin del mundo también ha fallado, por fortuna. La fecha prevista, este sábado 23 de septiembre justo depués del equinoccio, venía avalada por una interpretación de la Biblia efectuada por el teórico David Meade, derivada de complejos y oscuros cálculos sobre las profecías del libro del Apocalipsis.
Curiosamente, los científicos –que son unos quisquillosos- no estaban en absoluto de acuerdo con el vaticinio, a pesar de que últimamente los acontecimientos y los telediarios están siendo más crudos y catastróficos que nunca. De hecho, mi hijo pequeño me ha abroncado duramente por atreverme a criticar a Bob Esponja y censuráreselo al mediodía, haciéndole sin embargo soportar las noticias desastrosas. La verdad es que los que no hemos perdido la fe en los medios de comunicación ya casi solo nos podemos relajar con las noticias intranscendentes de fútbol –nos guste o no- y en los cada vez más extensos espacios de autopromoción. 
Aunque a nadie le haya interesado este pronóstico del cataclismo mundial, es lícito que al agorero le pareciera que esta vez no había fallo, a la vista de los sucesivos y cada vez más grandes desastres naturales, los cada vez más pequeños cerebros de los líderes mundiales, la banalidad con la que se pasan la pelota nuclear o la miseria en la que sobrevive gran parte de la población mundial.
Desde luego, de haber acertado se habrían solucionado de golpe y porrazo todos los problemas que los seres humanos y fundamentalmente los responsables que hemos designado, son incapaces de gestionar,  incluida la cuestión de la secesión o independencia de Cataluña. El fin del mundo –que llegará- algún día puede venir bien. 
 

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