Opinión

Fiestas locales

En Vigo no hay fiestas locales de verano como tales, al contrario de lo que sucede en muchas otras ciudades, no digamos villas y pueblos, donde en torno a un patrón hay un período concreto de celebraciones que no suele superar la semana. Quizá sea producto de la historia de propia ciudad, por unión de tres ayuntamientos y múltiples parroquias, cada una con su propio sello. La excepción es la Reconquista, 100% viguesa, que conmemora la conversión de la villa en ciudad gracias a la expulsión de los franceses. Pero es en un 28 de marzo, aunque lamentablemente se celebra en cualquier día. Hubo un intento años ha de crear la Semana Grande de las fiestas del Cristo, que no era sino una copia de Bilbao, y que como tantas otras cosas en la Muy Leal -como el festival “Para Vigo me voy”, el Trofeo Ciudad de Vigo o el “Are More”- duró casi nada. Como no hay fiestas como tales, el programa se alarga con momentos mejores y peores, que tienen en estos días su culmen con el Marisquiño y las romerías de San Roque y el Alba, justo tras los últimos conciertos de Castrelos. El Marisquiño sí ha venido para quedarse, al menos mientras haya interés por el BMX, las piruetas en bici y el skate en todas sus formas. Comenzó de forma sencilla, como una iniciativa privada que ha ido creciendo, estabilizándose como una marca reconocida y probablemente única en España. En anteriores ediciones había run-run de que se iría a otra ciudad, aunque no ha sido así entre otras cosas gracias a ayudas oficiales. Pero la clave de su éxito ha sido cumplir la condición necesaria, que no única, de proponer algo novedoso y no el enésimo festival de rock, cine o de jazz, otros clásicos de los veranos.

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