Opinión

Estado fallido, está claro

Juguemos a los alter ego: Qué nos definiría a los españoles como súbditos; qué tipo de unidad política, estado soberano, nación o territorio conformamos. Yo me respondo por vosotros. Veréis: 
 - ¿Piove, porco governo? 
 - No. Para nada.
 - ¿Suspiros de España? 
 - Tampoco.
 - ¿Llueve sobre mojado? 
 - Podría ser. 
 - ¿Puta España? 
 - Caliente.
 - ¿Si no te gusta, te jodes?
 - Caliente, caliente. 
 - Te jodes y te largas.
 - Uf. ¡Quema!...
 - …
 - ¡Venga, seguid! ... 
 - …
 - ¿No caéis? Vale, os doy varias pistas: Pérdida de control regulador, erosión de la autoridad, incapacidad para suministrar servicios básicos, fracaso social, gobierno débil, incapacidad para interactuar con otros Estados, control sólo nominal de su territorio…
 - …
- ¿Os rendís?... ¡Estado fallido!, cojones. No hay más que verlo.

 Qué gobierno si no, o qué país, o qué ciudadanos, para dirimir cuestiones de Perogrullo, para salvaguardar sus derechos fundamentales, para mantener su unidad territorial, para reclamar justicia han de recurrir a otros estamentos foráneos.
 Estamos a merced de terroristas económicos. Aquí el ISIS (el IBEX) campa por sus desafueros: sobrecostes leoninos, black cards, cláusulas fango que tiene que anular el Tribunal Europeo. Y mientras tanto las grandes depredadoras: Telefónica, Santander, Ferrovial, Iberdrola, Albertis, recibiendo miles de millones en exenciones fiscales por comprar empresas en el extranjero -que ahora recrimina y manda devolver también Bruselas-. Y mientras tanto el ministro de (in) Justicia español, sobre el enésimo varapalo de la UE por lo de las cláusulas cero, haciéndose el sueco: “Este es un asunto –el de la devolución de la pasta- entre bancos y consumidores. No le compete al Gobierno”. El pavo tiene cojones.
 Por otro lado: Qué es esa lonja que se tienen montada las eléctricas. En qué caladero esquilmado, en qué mar tenebroso, en qué río Lete tienen que pescar los kilovatios para subastárnoslos a precio de percebes en los meses de invierno, cuando los necesitamos como las sopas de ajo para calentarnos. España huele a rancio. A agria oligarquía. A yo me lo guiso, yo me lo como. Esto se arregla con un purgante: ‘Exprópiense’, si tanta deuda acumulan las energéticas, y que se vayan a cagar de campo.
 ‘Recuperaremos hasta el último céntimo’, mintió el ministro de la cosa cuando los ciudadanos, hipotecados hasta las cejas, engañados con las preferentes, desahuciados de nuestros trabajos, tuvimos que rescatar a los bancos. Y ya se dan por perdidos 26 mil millones. ¿Seguirán cagando sobre nosotros? ¿Seguiremos fingiendo que es lluvia tanta disentería? 
 Maldita sea, en este país a nadie se le puede cortar la electricidad. Bajo ningún concepto. Es más, hay que reducir la tarifa a la mitad para todos los consumidores. Por justicia. Por decreto: ‘Grávese’, con impuestos. ‘Múltese’, con sanciones. Impídase este abuso escandaloso. Hay mucho dónde sacar. ¿Qué sueldo se merece un ejecutivo de Telefónica, o de Iberdrola, o de Gas Natural, por vender lo que hay que consumir sí o sí?, ¿qué méritos tiene, salvo especular? ¿Por qué entonces se le consienten esas nóminas de seis cifras, o esos bonus que ni en Pfizer, ni en Mercedes, ni en Silicon Valley?
Maldita sea, envainemos por una vez las 17 tizonas. Seamos Fuenteovejuna. No paguemos. Todos a una. Y estos zorros, leoninos, tendrán que a andar más a los grillos. Y respetarán más a las gallinas de los huevos de oro. Que es lo que somos los ciudadanos españoles.

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