Opinión

Espejismos

El ejercicio del poder político hace ver espejismos a cuantos siguen sus caminos. Da igual que el individuo circule por las autopistas de lo ejecutivo o lo haga por los caminos y atajos de la oposición. Al poco de emprender la andadura no tardan en confundir la realidad con los propósitos y las ilusiones. Así todos los indicativos, todos los resultados, todas las victorias y todos los reveses acaban por confluir en un gran espacio de acomodo para el contento y las secretas esperanzas. Y así ha sucedido con la moción de censura presentada por Podemos contra el PP. La realidad nos muestra que este ejercicio parlamentario es un mecanismo para reprobar y destituir a un Gobierno cuando desde la oposición se cuenta con las fuerzas suficientes para llevarlo a cabo. El sentido común nos dice que, cuando esa capacidad no existe, la moción de censura se convierte en una pirueta retórica para crear espejismos.
Y el primer espejismo en esta ocasión fue el recurso a la historia. El desempolvar otras dos mociones, igualmente fracasadas. La primera, la de Felipe González –PSOE contra UCD- a la que se le atribuye el posterior triunfo socialista como si el golpe del 23 F y el deterioro centrista no hubieran jugado papeles más esenciales. La segunda, la de Hernández Mancha –AP contra PSOE- a la que le atribuyen la caída de un político sin capacidad de liderazgo. Por tanto, llamado a desaparecer, con o sin moción, en cuanto la derecha ocupara el espacio que sociológicamente le correspondía al desaparecer la UCD.
El siguiente espejismo estuvo en el intento de Pablo Iglesias de mostrarse como líder de la oposición, tratando de aprovechar el paréntesis del PSOE. Con un discurso castrista o chavista, por la dimensión, pero sin el tono habitual de esa escuela, que se estrelló contra la realidad de seguir siendo la tercera fuerza en el hemiciclo, con un escaso 24% de los votos. 82 síes frente a 97 abstenciones y 170 noes. Un liderazgo, por lo tanto, subsidiario del avance o retroceso de la segunda fuerza. De un PSOE en alza mientras Podemos poco a poco se desgaja y retrocede, según las encuestas, por los decepcionados y por las divisiones internas.
Este espejismo nos condujo a otro. La creencia de Iglesias de ser hegemónico frente Rajoy tratando de ningunear al resto de la oposición, partidos a quienes nunca llamó para negociar los apoyos necesarios con que alcanzar el triunfo. Con la excusa de sus negativas, levantó la mentirosa bandera de mostrar la falta de confluencias como apoyos implícitos al PP. La realidad palpable es que, como sucedió al negarse a pactar con Ciudadanos y PSOE para formar Gobierno, con esta moción de censura ha reforzado el liderazgo de Rajoy como parlamentario y como gobernante frente a su electorado.
Es evidente que convocar una moción de censura para perderla, con el elemental objetivo de ocupar espacios mediáticos, es un fraude. Porque, además, a lo largo de día y medio tampoco escuchamos nada nuevo de labios del promotor. Su programa de Gobierno para “echar a Rajoy” también resultó un espejismo.
 

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