El presidente Rajoy dijo hace algún tiempo refiriéndose al conflicto independentista de Cataluña que, “mientras él sea Presidente, España no se romperá” es decir, no permitirá la secesión de esta Comunidad Autónoma empleando todas las disposiciones y Leyes que el ordenamiento Constitucional preve.
No obstante, como a lo largo de su legislatura se han incumplido habitualmente tantas leyes sin que su Gobierno reaccionara con un mínimo de firmeza, se puede colegir que así ocurrirá hasta no se sabe cuándo.
Pero lo verdaderamente grave es comprobar que España ya está sociológicamente rota en lo que se refiere a la relación de los catalanes con el resto de los españoles, en virtud de la dejación de deberes que ha supuesto el no exigir el cumplimiento de tantas leyes vulneradas por la Comunidad catalana, que han llevado al enfrentamiento de ambas mentalidades, con la excepción de los que se sienten catalanes y españoles a los que se ha abandonado desde el poder Estatal hace décadas.
¿Podrá recomponerse algún día esa relación de modo pacífico o amistoso, o tendrá que intervenir en el futuro el Ejército como garante de la Constitución, para que no se llegue a producir la ruptura territorial de la nación española? ¿O tendremos que conformarnos todos conque Cataluña llegue a ser un Estado independiente del resto de España?
Ahora mismo, al hablar con un catalán amigo, familiar, colega o conocido hay que andar con pies de plomo como suele decirse, hasta que uno averigua si piensa y se siente independentista o no y esta situación es fruto de la dejadez e inoperancia de los sucesivos Gobiernos del Estado que han permitido, entre otras gravísimas irregularidades, que no se pueda estudiar en esa Comunidad en el idioma oficial de la nación que es el español, según determina la Constitución Española de 1978 y han permitido también, inoperantemente, el adoctrinamiento político de los niños catalanes en el independentismo, con la gravedad que eso significa, para la convivencia futura de todos los españoles.
