Opinión

Entendamos el populismo

El populismo es un concepto tan amplio e inaprensible que puede englobar a personajes aparentemente tan opuestos como Maduro y Donald Trump, Putin y Marine Le Pen, al falangista Sáenz de Ynestrillas, que también es podemita, y a Pablo Manuel Iglesias.
Acaba de presentarse “El estallido del populismo” (Planeta), escrito por Álvaro Vargas Llosa y una decena de notables liberales. Afirman que el populismo actual es viral por rápido, simultáneo y global, y une tribus, pero no bajo ideologías tradicionales (el todo Hollywood frente a Trump, por ejemplo).
 Los populistas se creen una raza elegida; en España los podemitas desean destruir la democracia del 78 inventándose un falso pasado mítico – origen humilde pero vienen de la élite-- y un futuro utópico.
 Otros casos: “La decimonónica gloria “bolivariana” que el Socialismo del Siglo 21 pretendía recuperar es un ejemplo de pasado mítico, y el nacionalismo económico de Steve Bannon, el ideólogo del trumpismo, que promete un país en el que una economía cerrada esté al servicio de una nación con una identidad cultural única, es un ejemplo de utopía a la que nunca se llega”, ecribe Álvaro en un artículo en ABC.
 Luego se crea la pugna entre “el pueblo” y “la élite”. En países tercermundistas, la lucha de clases, y en España es el odio de la casta que aspira a serlo contra la establecida.
 A todos los populistas les une el culto a la fealdad, no necesariamente física, sino oral, moral, gestual, intelectual u otras: utiliza el efecto fascinante de la fealdad como cuando Maduro invita al secretario general de la OEA a meterse sus informes por salvas sean las partes…
 La vulgaridad, la fealdad, son la forma populista de deshumanizar al ciudadano, recortándole su capacidad crítica, envolviéndolo en basura.

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