Opinión

¿En qué mundo vivimos?

Al contemplar ciertas actuaciones y actitudes tan dispares uno cae en la perplejidad preguntándose por el mundo en el que vivimos. Totalmente incomprensible tirando incluso por tierra algunos a la justicia que debe ser el moderador general de los comportamientos ciudadanos. Para algo están las leyes y el  mismo Código de Derecho que obliga a toda la ciudadanía sin excepción.
Hace días nuestro buen amigo Antonio Piñeiro publicaba algo que suscribo: “Definitivamente non o entendo. Medio mundo fuxindo da fame cara Europa e morrendo no camiño. Europa multando os excesos de cultivos e deixando a terra a monte. E o monte ardendo polos catro costados, queimando Europa coma un chamizo. Que é o que falla neste suicidio triangular e colectivo?” Hemos cambiado tanto incluso en cosas que otrora parecían inamovibles. De una manera incomprensible se ha ido minando el principio de autoridad de una manera flagrante. Se discute todo y todo se pone en tela de juicio. Comenzando incluso por la justicia a la que algunos se creen con el derecho –dicen la libertad- de criticarla abiertamente, sabiendo que a la vuelta de la esquina ya vendrá algún grupo con pancartas y toda la parafernalia para criticar.
Sorprende, como comentábamos hace días, que la tristemente célebre “manada” salga a la calle después de pasar por los tribunales y alguno se dedique a delinquir. ¡El colmo!
Hemos llegado a un momento en el que las “sentencias de la calle” luchan por imponer su parecer entorpeciendo claramente el trabajo de togados y letrados en increíbles posturas sociales que, a través de las redes sociales van mentalizando ya sea en contra de unos o a favor de los otros. El caso catalán  es clarísimo y poco a poco se ha ido mentalizando incluso a nivel internacional. Creando con la lentitud para resolver el jaleo, opiniones bien distintas e incluso a favor.
Supongamos que “algún día” se declara la republica catalana. A partir de esa fecha sería el momento para cambiar la opinión y actitud hacia el Rey que está para todos los españoles. Pero, mientras tanto debieran tener muy en cuenta que la primera autoridad es Felipe VI, les guste o desagrade. Discursos como los del presidente de la autonomía catalana afirmando que ni invita al Rey ni quiere que vaya, cuando menos, es un gesto de dudosa educación. El monarca tiene la obligación de estar cerca de todos los españoles sea invitado o rechazado, es su casa.
Faltan grandes dosis de educación y de saber estar y bastante comprensión está teniendo España al tolerar tanto desaguisado permanente que están creando un ambiente irrespirable en toda la colectividad española.
Por otra parte se está mudando paulatinamente la cultura española. Imagínense que de un plumazo llevásemos al extremo la Ley de Memoria Histórica. ¿Qué sería de España si se eliminasen todos los signos cristianos de veinte siglos: arte, templos, cruceiros, nombres de pueblos y ciudades, literatura…?
De aquí la impresión que tengo de que perdemos mucho tiempo en cosas que acaso sean menos importantes para la ciudadanía y para el país que en aquellas que realmente debieran ser resueltas con mayor celeridad. Recordemos el articulo de Leguina.
Pero para todo el principio de autoridad con personas que manden y lo hagan correctamente en bien del pueblo. La autoridad y el concepto libertad, palabra tan maltratada. Algunos la entienden a su modo y manera que puede llevar a la acracia o a la anarquía. El mundo evoluciona y debe evolucionar pero dentro de unos principios que guíen correctamente el devenir de los tiempos.

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