Opinión

El sainete de siempre

Poco o nada ha trascendido sobre el contenido verdadero de la reunión que han mantenido en Moncloa el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el de la Generalitat, Quim Torra. El primero de ellos no ha comparecido en rueda de prensa posterior al encuentro delegando en Carmen Calvo la posibilidad de ofrecer alguna ilustración sobre esta cita plagada de incógnitas, y el segundo ha utilizado el centro Blanquerna de la capital para explicar que se ha mostrado irreductible en los dos temas de verdadera trascendencia. Cualquier posibilidad de entendimiento entre ambas facciones pasa por la celebración de un referéndum de autodeterminación y por la liberación de los presos golpistas. La vicepresidenta Calvo ha ofrecido una versión más edulcorada del asunto envolviendo su explicación en el celofán de la cansina y repetida dialéctica, pero Torra no tiene el más mínimo deseo de colocar paños calientes. Sobre todo, porque cualquier signo de debilidad esbozado en la postura de este ayuda de cámara del fugado Puigdemont le costaría el puesto. El independentismo radical que sigue mandando en el entramado político de la Cataluña secesionista no lo permite y ya se lo advirtió a Torra a pie de escalerilla. Un paso atrás y te cesamos.
En estas condiciones, la tan cacareada reunión de Moncloa no es ni mejor ni peor que las anteriores ni se diferencia en nada de las que Rajoy llevó a cabo con Artur Mas y Carles Puigdemont. En la última convocatoria cuentan que Rajoy llamó a Puigdemont previamente por teléfono y le preguntó de qué quería que negociaran. “De la independencia”, le contestó el catalán. Rajoy respondió a su vez que no había más que hablar. “Sabes que no puedo hacerlo. Incluso aunque quisiera”. Y se acabó el diálogo.
En esta ocasión las fichas están colocadas sobre las mismas casillas en el tablero de juego. Y por mucho que se quiera edulcorar el panorama, no hay salida ni posibilidad alguna de entendimiento. Porque si lo hubiera y Sánchez pasara de esa política gestual que, por ejemplo, ha colocado a los presos golpistas al cuidado de los que dieron el Golpe de Estado, cualquier ciudadano -incluso yo mismo- podría denunciar al presidente del Gobierno por prevaricación en un juzgado. Asistimos a otra representación teatral. Otro sainete pero mismo argumento.

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