Opinión

El piso de Sánchez

Como no contengan sus emociones humanitarias Pedro Sánchez y su posible rival popular, Alberto Núñez Feijóo, en la próxima legislatura habrá numerosos diputados del derechista Vox, que rechaza la acogida de inmigrantes indocumentados llegados en pateras o traídos por el Gobierno, como los 629 del Aquarius, barco de la ONG Médecins Sans Frontières (MSF).
 Italia, regida por ultras de derecha e izquierda, se había negado a admitir al buque alegando que las oenegés son agentes de los traficantes humanos de Libia; y Francia callaba pese a que el barco lo llevan franceses de MSF.
Sánchez ofrecía acomodo en España y tras él una riada de políticos municipales y autonómicos, como Feijóo, se ofrecían a atender a parte de los que llegan, que no huyen de la guerra de Siria, sino que son inmigrantes económicos.
De los que ya han entrado a España este año en pateras al menos 12.000, más o menos igual que a Italia.
Cerca de Ceuta y Melilla esperan quizás 80.000 más, que serán cientos de miles o millones si esta avanzadilla consigue saltar las vallas a las que el Gobierno les retirará las disuasorias e hirientes alambradas con concertinas.
Los comentarios mayoritarios en los medios coinciden con los de Vox: denuncian al Gobierno por un humanitarismo que precariza el gasto social y le facilita a los inmigrantes viviendas o sanidad más rápida y fácilmente que a los españoles más desfavorecidos.
 Corre por internet la demanda de que Sánchez, que ahora vive en el Palacio de la Moncloa y ha dejado vacío su piso de Pozuelo, lo ceda para albergar a una familia numerosa de inmigrantes para dar ejemplo de generosidad personal, y no sólo la que dispara con pólvora del Rey de un Estado todavía en crisis económica.

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