Opinión

El ministro y los niños del coro

Durante uno de los últimos días del mes pasado, el tan lluvioso que aún está por ver si hizo o no hizo al actual florido y hermoso, fue dictada una sentencia, allá por tierras de Navarra,  fueron comenzadas estas líneas y, aún no se sabe cómo, la gente empezó a caerse de los burros. 
Fue una epidemia rara que, cuando estas líneas estaban siendo escritas, todavía no había dado pie a las sesudas reflexiones que tantas y tantas caídas (de los burros) ya deberían haber sugerido con independencia expresa de que, los respectivos Pablos de Tarso, Metatarso y Calcañar, Falange, Falangina y Falangeta, pudieran tener razón (o no) en sus afirmaciones y hubiesen utilizado (o no) en sus análisis sus extremidades preferidas a la hora de tratar las opiniones ajenas ya que no con respeto si al menos in precipitación.
Dictada la sentencia, con el voto particular de un juez tendente a la absolución de los acusados, recopilada esta en un tocho de más de trescientas páginas que no fueron leídas ni por el uno por ciento de la población opinante, los campos de futbol, las plazas públicas y las pantallas de televisión fueron ocupadas de inmediato por las voces discrepantes para poner a tal juez a caer de un burro.
Transcurridos un par de días en aparente calma, a la vista del clamor popular surgido con la difusión de la sentencia, el Partido Popular decide subirse al carro de las críticas contra el juez -un carro del que nadie dice que pueda estar siendo arrastrado (o no) por una reata de burros emboscados en las mil y una tertulias con las que a diario se nos adoctrina, de modo que el ministro del ramo, léase el de Justicia, se monta en el carro y también pone al juez a caer del burro en este caso patológico.
Transcurridas unas pocas horas desde entonces los jueces se quejan, algunos políticos también se quejan, no se sabe si movidos por el ejemplo de los jueces, y tanta queja, empleada en poner a caer de un burro a tan simpático ministro, empieza a asomar en las portadas de los principales rotativos acompañada de la petición del cese de ministro sin que de momento este haya salido despedido por las orejas del jumento de turno.
Cuando estas líneas están a punto de ser finalizadas, aquellos que pusieron a caer de un burro al juez, ponen ahora al ministro en la misma situación de caída inminente de modo que el país puede empezar a llenarse en cualquier momento no se sabe si de rebuznos o si de coces, tanta es la polvareda que se está levantando que voces generalmente desinformadas han empezado a asegurar que los niños del coro, entre los que se encuentra el ministro inoportuno, están ensayando los acordes del "yo soy novio de la muerte" con el fin de acudir de noche a la Moncloa a rondar al señor presidente del Gobierno.

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