Opinión

El dolor y la reflexión

Inquietar  comprobar lo que los regímenes totalitarios puede obrar en las mentes de sus administrados hasta conseguir un pensamiento único que convierta en icono y referente indiscutible e indudable al líder por mucho que a cualquier ciudadano normal en una democracia corriente y moliente, el líder en cuestión le parezca simplemente un payaso. Yo mismo soy uno de esos administrados de un país en libertad como el mío que se pregunta cómo es posible que miles de borregos hipnotizados hayan sido sometidos a la condición de vitorear en masa y sin el más mínimo carácter crítico a personajes de la condición de ese muñeco de feria de expresión mecánica que se llama Kim Jong Un y que no cumple otro requisito que ser hijo de su padre. Todos los tiranos ofrecen un retrato robot muy similar y este coreano que está tratando de desestabilizar la difícil armonía mundial lanzando cohetes al Pacífico que amenazan la integridad países como Corea del Sur o Japón forma parte de esa flota. El joven único y amado líder tiene la sonrisa estúpida y el gesto automatizado, y parece un Hitler joven y asiático igual en los ademanes a aquel otro dictador que hablaba en susurros, tenía accesos enfermos de cólera y sonreía a destiempo con una risa triste y heladora. Todos los que le rodeaban reían las gracias del todopoderoso líder como si fueran las ocurrencias más inteligentes e ingeniosas del mundo y en eso consistía todo. Recuerdo aquellas ridículas gesticulaciones de Franco y su voz de flautín, que también reía entre dientes y besaba a los niños con vocación de padre y abuelo universal que él mismo se había encargado de transmitir a las pobres y entregadas masas.
Kim Jong y su abominable capricho que amenaza la paz mundial, Nicolás Maduro del que los organismo internacionales ya sospechan que encabeza un gobierno que tortura y asesina a los que le hacen sombra, aquel patético Fidel Castro  arengando a sus seguidores entregados durante horas y horas… y tantos otros.
Lo que es ya por completo inexplicable es qué convierte a ciudadanos en general incultos y mediocres en tiranos y cómo los pueblos se dejan engañar y se hacen serviles ante sujetos de esta calaña. En un concepto eminentemente sociológico es una materia sumamente interesante aunque desde cualquier otro punto de vista resulte deplorable. Y estremecedora, porque demuestra que un idiota puede llevar el mundo a la ruina. De hecho, los ejemplos son incontables.

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