Opinión

Don Mario, envidia de pensionistas

Desde que se inició la relación de Mario Vargas Llosa con la viuda de España y sus colonias –lo fue Filipinas-, parece que son muchos los mayores, de la tercera edad o de edad provecta que envidian al peruano. El idioma con sus variantes, nos permite nombrar a los colectivos, y también obviamente a los individuos, a su gusto o disgusto; a mi me encanta que me llamen septuagenario, porque hay quien con ese vocablo no sabe si hablamos de sesentones o septentones.  
Al declarar Vargas Llosa que ser octogenario y con la ilusión que el tiene es algo maravilloso, una parte de los pensionistas españoles dan por hecho que ellos también pueden vivir lo propio. 
Hay una larga historia de envidiables, que llevaron la libido en una mano y los afrodisiacos en la otra, porque la edad, en este asunto, casi nunca perdona. Los jubilados de larga duración, envidiaban primero a Charles Chaplin, Charlot, porque el conocimiento en sentido carnal lo tuvo  con innumerables féminas; o eso se dijo. Después vino Pablo Ruiz Picasso, ¡vaya un malagueño en el ranking mujeriego!,  aunque tenía dos inconvenientes: fue tan parisino o mas que español y además amaba los lupanares como así mismo. Ya lo decía Sor Juana Inés de la Cruz, después de un sólido argumentario que llevaba a la conclusión de la necedad de ciertos hombres. Esta parte que reproduzco del poema creo que es de conocimiento universal.
“¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?”
De una Juana a un don Juan, que de la mano de San Martiño hacen de noviembre su mes: uno para sacrificar (es mas fino que matar) al cochino, el otro para pasear sus hechuras de galán antiguo en los escenarios, que ya ni eso, cada vez se ve menos en el penúltimo mes del año el producto de Zorrilla, que vaya apellido, oiga.
De don Juan nos sabemos los españoles que no alcanzamos en edad a Vargas Llosa, pero peinamos canas hace mucho tiempo, aquello de …
“¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?”
Puramente descriptivo este párrafo con factura de astrónomo, pero llega el machismo, como tantas veces en “Don Juan Tenorio”
“Desde la princesa altiva
a la que pesca en ruin barca,
no hay hembra a quien no suscriba,
y cualquier empresa abarca
si en oro o valor estriba”.
Y mas machismo, ahora en la voz de la tierna doña  Inés, la novicia objeto de una apuesta con don Luis. También ellas, en ocasiones, pueden ser misóginas, dicho en lenguaje mas llano, enemigas de la mujer, así:
“Callad, por Dios, ¡oh, don Juan!,
que no podré resistir
mucho tiempo sin morir
tan nunca sentido afán”.
Falta en la obra la escena del macho llevando del ronzal a la hembra, que no aparece en el “Tenorio”, pero casi.
La dulce señora de Porcelanosa se ha paseado sucesivamente por la escena del cuché con tres maridos: Julio Iglesias, que fue futbolista merengue y ha sido y sigue siendo cantante, que para colmo está casado con una señora joven, mucho mas joven que el. Carlos Falcó, noble de un tipo de nobleza que el resto de los españoles menos unos pocos no podremos alcanzar. Un dia habrá que contar los famosos que no producen vino; el marqués de Griñó tiene  finca con vides. Y el tercero y último, sin contar al actual, que es el cuarto, fue un político progre, que sabía mas de la economía de escala que de la doméstica.  Se llamaba Miguel Boyer, estuvo en la elite del socialismo español de las primeras horas y podía presumir de haber tenido antes una mujer suficientemente preparada. Elena Arnedo, fallecida,  con reconocimiento. La fusión por amor de dos inteligencias superiores, esta vez como otras, salió mal.
Feminista es la mujer del  “La, la, la”, con un estribillo contundente, pero que no dice nada de nada.
“La la, la la la ... 
La la, la la la ... 
La la, la la la …” 
Massiel era primeriza en esto de traerse para España el trofeo de Eurovisión, al final de los sesenta, cuando a la dictadura que nos abrasaba todavía le quedaban años de vida.  La lucecita del Pardo se encendió muchas veces todavía antes de que se fuera el habitante de aquel palacio, que no había sido monárquico en sus orígenes.
Aquella cantante también tendría tres maridos: Luis Recatero, que nos aburría cuando hablaba por la tele; otro socialista de primera hora, Carlos Zayas, que también jugó aventuras periodísticas y aquel comunicador, Pablo Lizcano, que en la televisión daba muy bien pero el negocio duró poco, hasta llegar al “Pablo Liz…¿qué?” Massiel era mas popular que los tres juntos. Ella tenía un nombre real, que envidiarían algunos huéspedes del madrileño Barrio de Salamanca: María de los Ángeles Félix Santamaría Espinosa.
Esta mujer angelical se lanzó un día a los escenarios a cantar “Lady veneno”, con  este mensaje mortal.
“Yo tuve tres maridos
y a los tres envenené (…)” 
Massiel no aludía a nadie en concreto, pero ya es casualidad que ella tuviera tres maridos, como en la canción. El trio de esponsales de Preysler se rompe por ampliación con el peruano Vargas Llosa, que ahora vuelve a tener quien le escriba una historia de amor.
 

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