Opinión

Domingo de Resurrección

Como soy más partidario de un aleluya que de un miserere, y mucho más del Cristo de los milagros que el que sucumbe derrotado en la cruz, pues se me ha ocurrido celebrar la llegada del domingo de Resurrección.
Después de las fúnebres teatralizaciones de la Semana Santa española, reaparece el que una semana antes había sido recibido con palmas en Jerusalén. Así que pasamos de la condolencia a compartir la alegría de la madre por el reencuentro.
Por la cuenta que nos trae. Ya no es el hombre de las tres caídas sino el de las ocho bienaventuranzas. El que se identificaba con los humildes y los que padecen hambre y sed de justicia. Los mismos que, más de dos mil años después, siguen viendo la "redención" como una asignatura pendiente.
Y quien dice redención dice esperanza en un futuro en libertad, solidaridad e igualdad de oportunidades. Sin sectarismo, sin explotados ni explotadores. Con horizontes de vida para los jóvenes y los menesterosos.
Deberíamos tomar como si fuera una dosis de recuerdo la resurrección del hombre que fustigó a los fariseos y a los mercaderes sin escrúpulos. Sería todo un detalle con los sufridores de la reforma laboral, los excluidos, los parados, los migrantes, los refugiados y las víctimas de la violencia machista.Sean o no religiosos, también quieren redimirse sin necesidad de sacralizar los espacios una vez por año en la semana que llamamos "Santa".
Y si se sacralizan en desfiles procesionales pensados para sublimar el dolor y embellecer el duelo, pues mejor que mejor. Así podremos sostener con mayor solvencia que si la pedagogía del sufrimiento hubiera calado en la conciencia de la Humanidad, ahora no estaríamos lamentando en medio mundo el hambre, el terrorismo, la explotación sexual, la militarización de niños, la miseria, los casos de genocidio que quedan impunes, etc. O sin ir más lejos, también los desafíos "puntualmente larvados· (LLarena dixit) contra la pacifica convivencia de los españoles.  Demasiado trabajo para el Cristo resucitado de este domingo después de su derrota del viernes. Pero si alguien lo puede hacer es el líder carismático del sermón de la montaña. El que jaleaba Antonio Machado en su maravillosa saeta: "No puedo cantar ni quiero a ese Jesus del madero sino al que anduvo en la mar".
O al de León Felipe, que no vino a la tierra a ver cómo "la cuna del hombre la mecen con cuentos", cómo "el llanto del hombre lo taponan con cuentos", cómo "los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos" y cómo "el hombre inventó todos los cuentos".

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