Opinión

El diploma de Casado y el despacho de Begoña Gómez

Será, acaso, que estos días contemplo la realidad política española desde una lejanía impuesta por otras circunstancias informativas y otros problemas muy distintos —y distantes—, pero la verdad es que me escandaliza lo que leo y escucho: las eternas polémicas absurdas en las que nuestro país se especializa con demasiada frecuencia, polémicas que nunca llevan a nada y que, me temo, tienen un fondo de 'envidia tuitera' que dice muy poco de los polemistas.
Serán serpientes de verano, pero pienso que tanto el forzado escándalo del máster de Pablo Casado como el empleo logrado por la mujer del presidente del Gobierno, Begoña Gómez, deberían ser cuestiones ante las que el vocerío nacional debería guardar mayor discreción. Como, por otro lado, hacen el propio Casado, respetuoso con ese puesto en el Instituto de Empresa para la mujer del presidente y Pedro Sánchez, no entrando en si el máster del nuevo líder del PP se logró o no en buena lid, que ya dirán los jueces lo que coresponda.
No creo, la verdad sea dicha, que ni el famoso máster ni el ya célebre cargo de directora de África en el IE añadan o quiten nada ni al presidente de la formación conservadora —que bien haría cuidando sus mensajes en relación con las posiciones antiterroristas del Gobierno—, ni al jefe del Gobierno central —que bien haría teniendo un poco más de pudor a la hora de nombrar a altos cargos con más altas aún remuneraciones—. Menos amiguismo y menos demagogia, en suma, a uno y otro lado del tablero político, y menos, mucho menos, vocerío justiciero callejero extendiendo dedos acusatorios donde no hay causa.
Y es que el español se perece por ir a las puertas de los juzgados a gritar "ladrón" al imputado que ni siquiera ha sido aún declarado culpable, o por escribir, a veces de manera increíblemente incorrecta y zafia —somos campeones mundiales en eso—, insultos a todo personaje famoso que tenga la desgracia de caer en las garras infamantes de Twitter.
Dejémonos de bobadas en la periferia de la corteza de la política con minúscula y centrémonos en esos toros de Miura de la Política, con mayúscula, que nos esperan este otoño: ya este 17 de agosto tenemos la primera barrera en la carrera de obstáculos que nos espera, con esa presencia del Rey y Pedro Sánchez en Barcelona para asistir a los actos dolorosamente conmemorativos de los asesinatos yihadistas de hace un año. ¿No le parece a usted que eso, y todo, o que viene, es más trascendente que el tamaño del despacho de Begoña Gómez o la orla del diploma de Casado?

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