Cartas al director

Desfacendo entuertos

n  n  nDe un tiempo a esta parte no paro de recibir variadas propuestas en las que se me invita a apoyar con mi firma digital todo tipo de iniciativas populares encaminadas a denunciar las muchas injusticias y tropelías que diariamente se producen en el ancho mundo. Guardando las abismales distancias, es un poco como le ocurría al inmortal personaje cervantino, Don Quijote de la Mancha, que se autoproclamaba ‘desfacedor de entuertos’. Ahora, obviamente, los tiempos han cambiado y, para reparar ofensas y agravios, ya no es necesario tirar de lanza y de hacerse acompañar de fiel escudero, porque, en su lugar, el personal dispone de las más modernas tecnologías, que permiten airear a los cuatro vientos las muchas barrabasadas que son capaces de cometer la especie humana.    
Para ilustrar la cosa, me he permitido seleccionar media docena de asuntos que apoyé  recientemente. El primero de ellos, ya lo comentaba en mi anterior entrega epistolar, se refería a la deficitaria libertad de expresión que, según Amnistía Internacional, campea en Turquía, un país en el que ejercer el periodismo se ha convertido en una profesión de alto riesgo. Por su parte, los de Greenpeace volvían a la carga para recordarnos que las abejas están en serio peligro. Y ya no digamos la monstruosidad de lo que acontecía en Siria, donde gaseaban a niños hasta la muerte, según denunciaba Avaaz. También, a través de Changue.org., nos hacían llegar la campaña de apoyo al bombero de Bilbao que fue expedientado por no colaborar en el envío de bombas a países en guerra.
Y dejo para el final una polémica que me llegaba directamente desde mi villa natal (Xinzo de Limia), donde mis paisanos andan bastante escamados por culpa de unos árboles centenarios (plátanos de sombra) que alguien pretende talar en la carretera de Celanova, “una vía perteneciente, además, al Camino de Santiago y, por tanto, protegida por la UNESCO”. 
En la carta de Changue.org, dirigida al presidente de la Xunta y al alcalde de este municipio ourensano, mi amigo (“El Cínico”) dejaba este contundente mensaje: “¡No al arboricidio de Xinzo!”. 
Me despido con la esperanza de que todavía permanezcan erguidos los dos árboles que planté en mi vida; uno, de rapaz, a orillas del río Limia, y el otro, en tierras asiáticas de la ciudad rusa de Ekaterimburgo, en tiempos de mi compromiso con la red civil de la UNESCO.