Opinión

Defender sus valores o esconderse

Europa deberá escoger entre defender sus valores o esconderse". Lo decía recientemente el presidente de Francia, Emmanuel Macron, quien apostaba por una Europa que vaya más allá de "un supermercado" para convertirse en una referencia de "destino común". También decía que el liderazgo no se decreta: "se construye convenciendo a otros (países) y a otros actores y se comprueba en función de los resultados que se obtienen". Macron destaca los valores que han aportado las democracias occidentales que se construyeron a partir del siglo XVIII, que permitieron las libertades individuales, que se desarrollase el progreso social y que las clases medias tuviesen expectativas de futuro, pero también reconoce los problemas -las desigualdades crecientes, las amenazas externas, el crecimiento de los populismos...- y la crisis que sufren. Pero explica también lo que debemos defender, nuestro bien común: la libertad y la democracia, la capacidad de las personas y de nuestras sociedades de ser autónomas, de seguir siendo libres, de garantizar la justicia social y de proteger nuestro planeta a través del clima.


¿Y qué estamos haciendo? Seguramente lo contrario. Europa, como España, ha optado por aparcar algunos de sus valores -la fraternidad, la igualdad, los derechos humanos-, poner la seguridad por delante de la libertad, castigar a las clases medias y dejar el terreno preparado para que surjan los populismos oportunistas de soluciones fáciles a problemas complejos, de slogans o tuits frente a ideas. Los Estados, el español incluso más que otros, han renunciado a su papel de liderazgo, tal vez porque no han tratado tampoco, si las tienen, de convencer, de dialogar, de acordar. La situación política española tras el regreso de Pedro Sánchez se complica a pasos acelerados y esta será una Legislatura perdida, cuando no destructiva, porque va a reinstaurarse el cordón sanitario para aislar al PP y éste no será capaz de proponer, negociar y acordar los cambios que son imprescindibles para que España mantenga la senda del crecimiento, reduzca las desigualdades crecientes y, al mismo tiempo, aborde las reformas que son imprescindibles para esbozar un futuro mejor.


Porque, como acaba de decir el presidente de Telefónica, Álvarez-Pallete, alguien que tienen una visión global y real de por dónde van las cosas, "todo va a ser distinto porque la vida como la conocemos y la vida digital se están fundiendo". Va a cambiar desde el estilo de comprar a cómo se conduce, los contadores de gas, agua y electricidad, el microondas, las neveras y el lavavajillas", pero también la medicina, el comercio internacional, la enseñanza desde preescolar hasta la Universidad, las profesiones actuales y las que aún no hemos inventado, las formas de trabajo, incluso la manera de votar o de elegir candidatos o propuestas. Dice Álvarez-Pallete, que podremos saber "el IPC en tiempo real y no por una muestra, sino con la totalidad de transacciones de un país" y que eso obliga a redefinir "las constituciones, los marcos legales, por supuesto los regulatorios" y hasta una nueva deontología. ¿Y dónde están nuestros líderes? Pensando si dan el sí, el no o el ya veremos a un tratado internacional, dejando que se pudra el proceso catalán o bloqueando acuerdos. Escondidos.

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