Opinión

"Danse lido" con ledicia

Da gusto leer ‘Danse lido’ de Afonso Vázquez-Monxardín. Cápsulas de sensatez en gallego ‘enxebre’, en gallego culto, en gallego coloquial, en gallego normativizado o en ‘castrapo’  –según convenga al opúsculo-,  que a él, pese a ser catedrático de ‘lingua e literatura galega’, eso no le acaba la “paciencia, pacencia, pacenza, ou como os señores gusten, con tal de nos ir entendendo, aínda que sexa de forma incorrecta”. Y abofé que se le entiende todo.  
Yo empecé su libro por el medio. Como siempre. Como si se tratase de ‘Rayuela’, de Cortázar, fui saltando de página en página, ora hacia atrás, ora hacia arriba, ora hacia el final, según me iban  siendo sugerentes los títulos de los artículos: ‘O irlandés O’Bama’, ‘Navigar é preciso, viver não é preciso’, ‘O roto con causa’, ‘Bendita Coca Cola’, ‘¿Habla Ud. holandés?, ‘Déixenme amar o castelán’, etc. Acojonantes: socialismo de Curros, ‘galeguismo’ de Castelao, realismo de Neira Vilas, retranca de Wenceslao, nostalgia de Rosalía, prosa y magia de Cunqueiro. ‘Danse lido’ no es el título apropiado: ‘Da gusto leerlos’ le haría desde luego más justicia. 
Da gusto encontrar ‘e Santas Pascuas’, ‘traparratrá’, ‘arrepío’, ‘encerrovellos’, ‘ir ao coiñal’, ‘decepar’, ‘sangumiños’, ‘furrichar’ o ‘pareces de Rouzós’ entre sus páginas.
Leyendo a Vázquez-Monxardín, de paso me encontré conmigo mismo; me vi de ‘neno’ haciendo la primera comunión, de cativo ‘xogando’ a la billarda, de mozo ‘falando’ en castellano, y sintiendo, de enamorado, ‘latexar como un pardao entre as mans o corazón’; me vi en la emigración, adaptándome a otras ‘costumes’, hablando otras ‘linguas cecais menos morriñentas’; y me veo de mayor, tal cual soy, usando este idioma afelpado y ‘feiticeiro’ -que en la pluma de Monxardín es puro arte- para confraternizar, o para hacer amigos: que a los gallegos nos quiere todo dios. 
Yo hablo gallego en defensa propia: En la gasolinera: “Cheo, fai o favor”, para diluir el impacto que causa mi Ferrari; en el restaurant: “¿Qué hai hoxe de cuchara?” –no digo ‘culler’ por non parecer un señorito-; lo hablo con la Torre de Control: “Bos días”, “Boas tardes”, “Deica á volta”; lo hablo para que ‘non me fodan’ en Santiago como si fuese un peregrino: “¿Cánto custa o botafumeiro?, ¿é de prata?, ¿da que caga a miña gata?”; lo hablo hasta para hablar con el Apóstol: “Se podes, bóta unha man”; incluso lo hablo cuando lo escarallan los radicales para alzar con él barricadas excluyentes. Pero ese ya es otro ‘falar’.
El caso es que, leyendo ‘Danse lido’, también tuve que pedir disculpas: a mis hijos, a mis amigos, a mi señora –sospecho que ella era consciente- pues resulta que en la intimidad, en público y en Pekín le llamo ‘nena’ ¡Nena, qué vulgaridad!: pensar que puede entenderse como baby, cari, chochín, pequeña… Nada más lejos de mi intención. Le llamo ‘nena’, porque ella a mí me llama ‘neno’ y eso no tiene fácil traducción. 
Ay, cómo te envidio, Monxardín, tú que tanto sabes del idioma rosaliano; y de la vida; y de saber interpretarla en sol mayor: basta leer la dedicatoria de tu libro: “Para Julio, dun compañeiro menor das súas colaboracións en La Región”.
¿Seica me amolas ou qué? Ti eres o mestre deiquí a lúa...              

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