Opinión

Los curriculos de Sánchez y Casado se parecen

Uno de los signos del empobrecimiento de la vida pública en España es el alistamiento en cargos de elevada responsabilidad de personas que han hecho de la política su oficio sin el contraste del ejercicio de una actividad profesional en la que uno ha de rendir todos los días, ya ganándose en empleo en el mercado de trabajo o, en su caso, superando una oposición, como tienen que hacer los ayudantes de albañil para ingresar en la nómina de un Ayuntamiento. Y no se trata de reclamar un determinado título, sino un oficio, una experiencia, un contraste.
Pedro Sánchez o el de Pablo Casado coinciden en que ninguno de los dos ha trabajado realmente en nada, fuera del muelle acomodo de la política, ya en cargos diversos o en misiones propias de funcionarios de partido. Y en este sentido, demando un poco de decoro a los turiferarios del PSOE, pues la breve estadía de Sánchez en la docencia universitaria privada no parece concordar con considerarlo un “profesor”, luego de que no conocemos su obra, los artículos científicos que ha escrito, sus libros (ya sé que tiene uno) o los proyectos de investigación que ha dirigido. En cuanto a Casado está dado de alta como abogado, sin que sepamos que haya pisado el foro en su vida.
Y he de reconocer que tienen razón los que afirman que no se puede comparar a Sánchez con Casado. Totalmente de acuerdo: En el caso de Sánchez la cosa es peor: El PSOE, que lleva colgada la “O” de obrero, se definía como un partido de trabajadores manuales e intelectuales, de gentes con oficio, en suma.  Claro que el no haber trabajado en nada propiamente es rasgo común en gran parte de sus dirigentes, desde Susana Diaz, a Patxi López, Iceta, Zapatero o en inefable Pepiño Blanco, que para mayor burla fue ministro de Fomento. En el PP la nómina es parecida. Es decir, que los don “nadie” de abultados corriculos de pega florecen en todos los abrevaderos. Pero al menos, el nuevo presidente del PP no engaña: es lo que es y deja claro lo que quiere ser (aparte del vergonzoso episodio de los másteres). Es la derecha de siempre.
Pero este aspecto es apenas uno de los que denota que algunos manejan una diferente vara de medir cuando hacen panegíricos sobre la diferencia entre derecha e izquierda, desarrollando una especie de teología moral de ida y vuelta que alcanza a los propios votantes de las diferentes opciones: En la izquierda y sus votantes se residencia la ética, la moral, el sentido objetivo del bien; la derecha es siempre abyecta, malvada, egoísta, insolidaria e inmoral. Es una dicotomía tan simple que no merece ni ser analizada. Los votantes de la derecha gustan de dar su respaldo a corruptos y bandidos; por lo visto, en la izquierda puebla un alertado sentimiento depurador que evita que incurran en parecidos yerros. No sé yo donde ubican a los votantes que, según el caso, votan a unos o a otros.
Yo he escrito que Rajoy merecía salir por la puerta de atrás de la historia y que el efecto negativo que la corrupción tolerada del PP tardará muchos años en redimirse, aparte de causar un daño en la imagen y la confianza en la clase política que no se superará en generaciones. Y ahora resulta que la corrupción sólo está en la derecha.
Pero no ha habido una sola institución del Estado, desde el Banco de España al BOE, el Ministerio del Interior, o la Guardia Civil, comisiones del AVE, la Renfe, donde no medrara la corrupción de la etapa felipista. Es decir, es una parte de la historia del PSOE. El primer ministro de la etapa democrática que fue a la cárcel fue el socialista Barrionuevo, y Urralburo, de Navarra, el segundo presidente de la comunidad autónoma encarcelado por ladrón. ¿Es que nos hemos olvidado del GAL y sus crímenes. ¿Y los EREs?. ¿Cómo se pueden dictar análisis morales con tan flaca memoria? ¿Cómo es eso de condenar a la derecha corrupta y a quienes la votan y tender un cordón sanitario los que prefieren votar a la izquierda? Adóbese de paso con unas cuentas fintas y lenguaje pseudocientífico y habremos establecido un nuevo orden escolástico entre el bien y el mal. La cosa no es tan sencilla. Hay fango en los dos lados.

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