Opinión

Conozca el interior

El verano es una bendita época para atracarse de ocio. Si bien es cierto que este verano, entre los independentistas catalanes y su insaciable demagogia, la ruta tinta en sangre que propone Maduro para Venezuela, y las hazañas de una admirable Mireia Belmonte en el agua, hemos estado pendientes y con la vista  puesta en algo, el día da para mucho y propone tantas horas de asueto no necesarias de justificación que  sería buen negocio estructurarlas si no fuera porque estructurar el haraganeo veraniego es casi como desnaturalizarlo. Uno se levanta por la mañana a una hora decente, se planta las bermudas y una camiseta tiñosa y se sumerge  de cuerpo y alma en el dulce placer de no hacer nada, contando con la inmensa ventaja de que nadie te lo va a echar en cara. Comes o no comes, duermes o no duermes, lees o no lees, sesteas, conversas, caminas o te quedas en la cama. Allá cada cuál.
En todo caso, el tiempo se estira y ofrece abono necesario para no perder la divina facultad de la reflexión que es una virtud sumamente apreciable de la que los españoles, históricamente y de forma mayoritaria, no hemos querido saber nada. He tratado yo de reflexionar entre sol y sol y en la medida de lo posible sobre un amplio abanico de cuestiones –cuál es mejor, si “Revolver” o “Sargent Pepper’s” por poner un ejemplo- y he avanzado hasta considerar la necesidad de que los partidos políticos se reconcilien con el electorado iniciando una verdadera y épica tarea de regeneración democrática que ninguno de ellos ha sido capaz de asumir en su totalidad porque, en contra de lo que sus militantes puedan suponer, estas acciones no pueden abordarse si no es desde su propio interior. Se trata de una labor extenuante y cuajada de obstáculos pero absolutamente necesaria. Es imprescindible porque no se puede iniciar un nuevo curso sin haberse depurado el cuerpo como si los partidos políticos se fueran a un balneario, y es preceptiva para que los españoles normales y corrientes vuelvan a creer en sus instituciones y en quienes las manejan. Y no hay más remedio que podar las viñas para que salgan las uvas.
El sistema hasta la fecha ha consistido en exigir a los demás lo que no se exige de uno mismo. Los partidos catalogan y cuantifican cuán corruptos son los demás y en función de estas conclusiones plantean sus acciones sin entender que el  camino se inicia por su propio yo interior y que cada uno ventile las habitaciones como mejor pueda. Todo el mundo está comprometido y tiznado.  El proceso de las “black” es irrebatible en eso.

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