Opinión

Para comportarse hay que tener clase

Tener clase, según convienen muchos, es saber comportarse, al menos en lo que nos atañe por el tema que abordamos. Lejos nos vamos. El domingo 20 de agosto de 1967, el general Franco –le llamo así, porque en el privaba la rígida milicia con carrera en Marruecos- presidía en Baiona la inauguración del Parador Nacional de Turismo Conde de Gondomar.  Antes había sido llamado castillo de Monterreal y su último propietario, hasta pasar al patrimonio del Estado, fue el asturiano Ángel Bedriñana. A este se lo vendió el que fue ocupante muchos años, José  Elduayen Gorriti, casi eterno diputado por el distrito de Vigo, aunque vivió sobre todo en la capital de España. Hombre valiente, cuando era gobernador de Madrid, expulsó a Francia a una cantante de ópera, italiana, que era la amante de Alfonso XIII. Una versión dice que fue iniciativa de Cánovas, que luego ordenó a Elduayen la ejecución, y otra que había sido sugerencia de la reina María Cristina al presidente o jefe del Ejecutivo. Al cabo del tiempo, Cánovas quiso formar Gobierno e incluyó en la lista que presentó al rey, al tan citado José Elduayen. El Borbón lo vetó, el líder conservador se puso bravo y dijo que o gobierno con Elduayen o, sin el, tampoco iría Cánovas al frente del mismo. El Borbón cedió. 
Aquel 20 de agosto del 67 lo tengo bien presente, acudí al acto, con cena fría y representación, que ha tenido fama duradera la puesta en escena de la historia del castillo, con el Conde de Gondomar de protagonista. Me habían invitado con acompañante, por mi condición de delegado en Vigo de La Noche compostelana, y acudí con mi  esposa. Empezaba la cena fría y nos avergonzamos, porque, de pronto, seis u ocho señoras se abalanzaron sobre las bandejas que portaba un nutrido grupo de camareros, y las primeras consiguieron algunas piezas. 
La típica escena que permite hacer demagogia sobre la clase económicamente acomodada o clase dominante, esto .último bastante caduco. Entonces todavía resultaba relativamente fácil, por solo la ropa saber si uno era marqués o sirviente, banquero o bancario. Hace tiempo que la sociedad española ha optado por aparentar igualdad mediante la vestimenta y el calzado. En el caso de Baiona se repartían mas o menos por igual la llamada clase alta y la clase media-media. Claro que la vista engaña y no conocía a ninguna de las señoras, otra cosa quizá eran los maridos, pero  no era fácil determinar quien estaba con cada cual, en la zona del incidente.
De franquista sin cuajar del todo,  califico a quien en cierta ocasión se interesó por la impresión que había tenido el general aquella tarde-noche. Que era no conocer al de Ferrol: el no veía, no palpaba, ni degustar siquiera, que tenía un cordón sanitario que le alejaba de casi todo. La realidad se la dieron interpretada, como a casi todos los sátrapas.
Volvamos al principio. Le he formulado una pregunta al compañero de casi toda la jornada: “Lo que se aprende como comportamiento en la escuela, ¿siempre vale de adulto?”. Y en la respuesta me llevan a la disciplina, que creo es algo así como las reglas que favorecen la convivencia.
En ese camino encuentro, entre lo más apetecible, un trabajo de cinco folios del Colegio Internacional Ausiàs March, que ya es curioso que hayan puesto al centro el nombre de un poeta que escribía en catalán y no optaran por un educador. 
Mal comienzo empezar por el consejo de que los padres ejerzan de tales y no de amigos de sus hijos. Incluso yo estoy de acuerdo en la importancia de adoptar esa pauta de conducta, pero esperas algo mas de un Departamento de Psicopedagogia, Programa de Información a Padres. Los niños, ellos dicen niños-niñas, que me parece un gasto innecesario, deben conocer límites y que estos sean sencillos, justos, que sepan con claridad lo que puede suceder si no cumplen lo prescrito y que las normas se apliquen “de forma coherente y justa”.
Muy esquematizado, por el espacio de que disponemos. Como titulares: Ante un error, la disciplina debe ser inmediata. Lo mas fácil es lo mas difícil: ser padres coherentes, la importancia de decir no. Errores que debilitan la autoridad, como la permisividad, ceder después de decir no, el autoritarismo, no cumplir las promesas ni las amenazas,etc. Premios y castigos, por ejemplo no castigar por una cosa que al día siguiente será permitida. Los expertos dan como imprescindible en la relación con los hijos, amor y sentido común. Finalmente, adecuada interacción familia-colegio. Firman el trabajo Chelo López/Toñi Mafé. 
Dicho así pueden parecer simplezas o soluciones muy elementales, pero si tenemos a nuestro cuidado a un par de rapazuelos que se empeñen en ponérnoslo difícil, clamaremos por soluciones que parecen simples, que algunos pueden considerar carentes de una teoría sólida que respalde las actuaciones del adulto. Qué inmenso error si vamos por ese camino de ser juzgadores de profesionales, sin haber demostrado antes nuestra capacitación para algo tan difícil como disciplinar a unos chavales.
Conjunto de reglas o normas cuyo cumplimiento de manera constante conducen a cierto resultado.
 

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