Comer por los ojos

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Siempre se ha dicho que la comida entra por los ojos pero hoy lo hace más que nunca

Los platos cautivan y devoran desde cuidadas fotografías o degustativos vídeos a millones de seguidores en Instagram, que aprenden a cocinar pero, sobre todo, a comer a través de la experiencia de mirar.

Una de las "foodies" favoritas, presidenta de la Asociación de GastroBloggers y especialista en gastronomía, Andrea Carucci, que entró en este mundo "gourmet" bajo el aliciente de enseñar a cocinar a sus hijos, para los que creaba un vídeo con el desarrollo de la receta, comprobó que la didáctica labor audiovisual daba sus frutos y comenzó a compartir la experiencia en sus redes sociales.

Esta cosmopolita creadora, de origen italiano, español y francés, explica a Efe que heredó su "gran pasión" por la comida en las reuniones familiares y, sobre todo, de su abuela, quien le enseñó "a disfrutar de la comida y a transmitir amor a través de ella".

La comida entendida como "pasión, alegría y hogar" son los valores que reivindica Andrea Carucci en su blog, "Jazmín y Canela" (www.jazminycanela.com), frente a la corriente que prioriza "experimentar y sorprender" olvidándose de la "experiencia sabrosa", según apunta la experta culinaria.

Curtida en el mundo de la moda y la belleza, hace 3 años decidió combinar dichas disciplinas con los fogones, en su concienciada intención de educar y alimentar de forma saludable.

"Somos lo que comemos", asegura Carucci, quien explica que "no importa solo que la foto quede bonita, sino también lo que se está comiendo" porque, como dice el refranero popular, "con la comida no se juega", recuerda esta maestra en requesón, tarta de limón y "frosting" de queso, sus platos estrella.

Laura López (@LauraPonts), con más de 145.000 seguidores en Instagram, propone recrear el universo gastronómico mediante recetas de platos sencillos repletas de creatividad y belleza, como el envuelto de espárragos que aparece en su libro, "Arte foodie" (Planeta), para convertir el día a día en un festín culinario que recree la vista de sus seguidores y les invite a recuperar el amor por la "buena comida".

"Me he dado cuenta de que lo que mejor funciona son platos simples y sencillos. Una simple tostada bien presentada puede tener más `likes` que un plato de alta cocina", explica la catalana.

Sus presentaciones, hechas "expresamente para la foto", aúnan colores, alimentos crudos y cocinados, elementos decorativos, como flores o migas, y fondos "mágicos", mediante las que Ponts reivindica lo bello y placentero de la comida "sencilla y fácil".

La multifacética bloguera, que combina su trabajo en una tienda familiar con la gestión de las redes sociales de dos restaurantes con una estrella michelín, "Can Jubany" (Barcelona), y "Els Tinars" (Costa Brava), critica la vida de apariencias aplicada, por ejemplo, como elegir un restaurante por su imagen.

"Hemos llegado a un punto en el que vamos a un restaurante por la foto, no para comer y pasarlo bien" porque "ya no basta con que lo platos sepan ricos, ahora tienen que entrar por los ojos", argumenta la comidista, que califica de "obsesión" la tendencia por las recetas digitales.

Aran Goyoaga, otra de las comidistas españolas favoritas, aboga por recuperar el valor "tradicional" de la buena mesa.

Con más de 277.000 seguidores en Instagram, convirtió una afición, la cocina, y dos aromas de infancia, que recuerda con "nostalgia", "Cannelle et Vanille", (Canela y Vainilla) en profesión donde es todo un referente.

Los bodegones que fotografía con "una pizca de imperfección y otra de interacción", son los puntos claves del trabajo de Goyoaga, quien trata de mostrar platos "accesibles y emocionales".

Alimentos "fotogénicos", como verduras, frutas o ingredientes orgánicos, son los protagonistas de sus autodenominados "cuentacuentos gastronómicos", imágenes que transmiten una historia a través de sus alimentos, con los que la vizcaína, afincada en Seattle (Estados Unidos), trata de devolver al acto de comer su valor "tradicional".

En conversación telefónica con Efe, la estilista de platos afirma que "incluso ir a un restaurante ha perdido el aura" porque "ha pasado a ser una experiencia social donde prima el diseño, la presentación o la luz, más que la comida en sí".

La corriente "foodie", una moda que aboga por mostrar alimentos "fotogénicos" en bodegones repletos de "belleza comestible", y que, de paso, quiere revalorizar "la buena mesa".

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