Opinión

Carretera, calle o avenida

Me refiero naturalmente a la antigua ‘vía’ que ahora une la calle Pontevedra hasta el enlace con la rotonda de García Barbón, ya conocida como Rosalía de Castro. Hace más de veinte años comenzó la reforma dentro del plan de urbanismo del momento gracias al entonces alcalde, Don Carlos Príncipe. Logró el comienzo con una avenida ancha de dos carriles, una rotonda de diámetro adecuado con una bellísima escultura y fuente del escultor Armando Rodríguez; inaugurado en 1995. El tramo hasta la calle Oporto con la construcción de un parking completó la primera fase. 
Desde entonces comenzaron una serie de planes que incluyeron la extensión hasta García Barbón, pero se toparon con varios obstáculos porque esta ‘vía’ solo llegaba hasta la calle Serfin Avendaño. Había que acabar de una vez con un baldío lleno de ratas, gatos, selvas y un depósito de granito de una empresa que se dedicaba a la demolición de edificios antiguos. El regato que bajaba del Castro y que atravesaba la finca había permitido el asentamiento de varias generaciones de patos. Años más tarde se acabaron los follones administrativos y el Concello se puso manos a la obra, ordenaron las parcelas y abrieron la extensión de la ‘vía’. ¿Qué ha pasado desde entonces? Un poco de todo. Llegó la época de las famosas humanizaciones y el sector desde la calle Oporto fue diseñado a medias porque incluía entre las nuevas y necesarias rotondas otro parking que paso al olvido causando el actual déficit de aparcamiento público. Por alguna razón, esto no se pudo hacer, pero eso sí, las enormes aceras aparecieron poco a poco y rotondas majestuosas con jardineras variopintas. Tres distintos tipos de decoración, un olivo, una calesita psicodélica de cine adornado con fuentes luminosas y otro con la escultura del artista José María Barreiro que lo dedicó al agua con la frase, ‘’Como chove miudiño’. 
Sin entrar en más detalles ya podemos presumir de la conclusión de una nueva ‘vía’, pero la pregunta clave es: ‘¿Cómo definir esta nueva ruta en la ciudad que corre paralelo a dos avenidas que son García Barbón y el Areal? Lo que ha ocurrido, que es lo normal, ha sido la proliferación de un gran número de comercios de todo tipo, establecimientos de provisiones, léase supermercados, verdulerías, panaderías y naturalmente un espectacular crecimiento de los de ocio como pubs, taperías, cafeterías, restaurantes y clubes nocturnos. 
El barrio se ha convertido en un hervidero de actividad muy bien orientada a la clase media y aún sigue con nuevas licencias de construcción en el único sector aun si desarrollar. ¿Pero qué me dicen de la circulación? Aquí es en donde está el follón diario. Con la falta del segundo parking la lucha por una plaza en la zona azul es feroz. No solo se aparca en batería, causando atascos, pero la doble fila en la pequeña anchura de la ‘carretera/calle/avenida’ aumenta el caos circulatorio. Y lo de las rotondas es otro calvario. Aparca y descarga todo el mundo de cualquier manera y, además, gratis. Las salidas a las calles laterales son tan estrechas con pasos cebra ídem, que los autobuses, especialmente los escolares que son más grandes pasan canutas esquivando el laberinto de terrazas y jardineras para no matar a comensales o llevarse una planta en el parachoques. Las enormes aceras humanizadas, como otras en la ciudad no son aptas para los peatones minusválidos/as o ancianos/as. Lo de siempre, desde bicicletas, motos - circulando y aparcando - monopatines, perros sueltos; en fin, la zona es ahora la Gran Milla de Oro de la ‘Cidade Fermosa’. Da igual. Según los medios, es la mejor del mundo.

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