Opinión

Otro capítulo para porto cabral

Porto Cabral nació como una propuesta de inversión del fondo británico Eurofund, que a su vez se unió con el gigante de las grandes superficies Intu. Tras la convergencia, ambas empresas siguieron adelante, convencidas de que Liñeiriños, en Vigo, era un lugar idóneo para invertir 600 millones, crear 3.000 puestos de trabajo y construir un Puerto Venecia 2, el parque de comercio y ocio de Zaragoza que mueve más de 15 millones de visitantes al año y ya es la primera industria turística de Aragón, un imán de enorme atractivo para el Este peninsular que se pretende trasladar también al Atlántico. Intu entra ahora en un grupo aún mayor pero ayer mismo desde la empresa se aseguraba que sus planes de expansión en España continúan encima de la mesa con todas las garantías, incluyendo Vigo. Es digno de encomio semejante fe en una ciudad que en lugar de echar una alfombra roja le ha dado disgustos y respuestas airadas, aunque también es cierto que la mayoría de los vigueses está a favor de Porto Cabral, como se ha podido constatar fehacientemente por encuestas y sondeos, y también en la mayoría existente en la Corporación, que en varias ocasiones se ha posicionado a favor del desarrollo del proyecto, aunque no ha pasado de ahí. La prueba  definitiva ha sido la recogida de firmas para la iniciativa legislativa ante el Parlamento de Galicia, saldada con 71.000, de ellas 3.500 en Cabral sobre un total de 5.000 mayores de edad. Son unas 40.000 más que en la anterior propuesta presentada ante la Cámara gallega. 71.000 firmas que esperan quién las defienda. Descartados BNG y Marea, dos grupos enroscados en sus propios laberintos de prejuicios, las opciones se resumen en dos: o el PSOE insta a la Xunta a aceptar el desarrollo del ámbito de Liñeiriños por la vía supramunicipal (sin esperar otro Plan General), o el propio PP insta a su propio Gobierno a validar la iniciativa popular. No hay más para salvar un proyecto clave y que la Muy Leal tenga un futuro más allá de PSA. La alternativa es seguir como ahora y no hacer absolutamente nada hasta que la compañía desista. O se vaya a otro lugar. Lo hizo hace años El Corte al trasladar -por cansancio en la espera- a Coruña una inversión prevista para Vigo.

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