Opinión

Bye-bye Mr. President

La muerte de un hombre es una tragedia. La muerte de millones es una estadística”. Lo sabía bien Stalin, que aprovechó el holocausto de la Segunda Guerra Mundial para cargarse a cientos de miles de compatriotas. Bien saben también los instigadores del independentismo catalán que cuando un ciudadano se pasa la ley por el forro de las gónadas es un delincuente, pero si lo hacen miles es un Fuenteovejuna. Y de ahí a una revolución solo media un gobierno pusilánime y un rey acojonado. O viceversa.
 El “no habrá referéndum”, el “somos un estado de derecho”, el “es una consulta ilegal”, incluso el “nos van a obligar a llegar donde no queremos llegar”, de Marianico el Bravo (“agarraime que o mato”, que decimos los gallegos) son barricadas de telediario que puede que llamen mucho la atención pero que no defiende nada. Ni a nadie. 
 “Ja sóc aquí”, que dijo Tarradellas. Y sí, aquí está: la confrontación social, la ruptura de la convivencia, la humillación, la insurrección, la desmembración de España, la patata caliente que el Gobierno no ha sabido enfriar. Ahora ya es tarde. Y la dicha es mala. 
 Los “catalufos” golpistas, a base de embustes como castillos, están a un tris de proclamar la independencia. Los nacionalistas españoles (mucho andaluz, extremeño, murciano, castellano manchego que le da más al pico que a la pala), con sus verdades como fantasmas, lo están de instalarse en el odio y el desprecio por todos los que parlam català, incluidos los catalanes con seny, que consiguieron convertir Barcelona en el primer emporio industrial de España. 
 La Generalitat ha perdido los papeles. El Gobierno ha perdido la calle. El país está en precario. El Estado está más débil hoy que ayer, pero menos fuerte que mañana. El garante de la unidad de España es un anciano juez que casi nadie conoce. El retén de la democracia es un manojo de policías que vagan por las calles expulsados de los hoteles catalanes. El ministro del Interior, Zoido, es un zote que solo dice algo interesante cuando calla. La “vice” del Gobierno, es una chiquilla que baila que te cagas, pero todo esto se le queda grande. Y el “presi” sigue en su marasmo, sin reaccionar, como cuando Pedro Sánchez le llamó corrupto en plena cara o cuando le calzaron una hostia en plena calle. 
 Bye-bye Mr. President, porque lo acabarán echando; esto no sólo se le fue ya de las manos, sino que le explotará, por más que algunos Marilyn Monroe le canten el happy birthday. Váyase por favor, hágame caso; hágale ese gran favor a España. 
 El artículo 155 es un “noli me tangere” al que todo dios le tiene miedo. El mañana es tarde para enmendar aquel ayer de políticos mediocres. El hoy, si se deja pasar a ver qué pasa, nos abocará a una noche de cuchillos largos. Hemos ido (y cuando digo “hemos” pienso en Felipe González, en Aznar, en Zapatero, en ellos, que pensaron en función de su ambición y sus componendas parlamentarias) de error en error hasta el desguace final de la Nación. 
 RIC (República Independiente de Catalunya) me recuerda tanto a RIP (requiescat in pace) que todo esto me parece un “déjà vu”. Ay, España vuelve a las andadas.

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