Opinión

Bus y tranvía eléctricos

Algunos de los más veteranos que  subieron ayer al autobús eléctrico, en pruebas para su probable implantación en el futuro próximo, apuntaban la curiosa paradoja de que no dejaba de ser un sistema idéntico al tranvía: en ambos casos, sin motores de combustión y con un propulsor limpio y sin ruido. Hace medio siglo desaparecieron los trenes eléctricos y fueron sustituidos por modernos autobuses. Entonces parecía lo más, pero no era así en absoluto. De hecho, hoy no se habría hecho en ningún caso y mucho menos con las líneas que llegaban más lejos, auténticos trenes de cercanías que acabaron descuartizados y quemados en una parcela de la avenida de la Florida. Hay tranvías en muchas ciudades europeas, en todo el Este y también en Portugal, desde los antiguos de Lisboa, que trepan por sus cuestas como pueden, hasta los más modernos de Oporto, donde con gran acierto se ha tejido una red metropolitana por superficie muy eficiente y rápida.
Vigo tuvo unos tranvías que ayudaron de forma rotunda a crear la ciudad metropolitana, al extenderse hacia Redondela (Chapela), a Mos, en Peinador, y hacia el Val Miñor, llegando a Nigrán, Gondomar y Baiona. Esas líneas sirvieron para hacer más fácil la comunicación interna y también para tejer relaciones permanentes. Otro tanto haría el barco a Cangas, que afortunadamente sigue vivo pese a la modernidad de la autopista y la carretera. Ahí hubo más sentido común. El tranvía murió y no volverá sino como metro ligero, y aún así parece difícil. Quizá como bus eléctrico.

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