Opinión

Buenismo para asesinos

Estos días, casi simultáneamente, salía de prisión Idoia López Riaño, etarra autora de 23 asesinatos tras un encierro de otros tantos años, y entraba por repetidas violaciones en los últimos cuatro al famoso y temido Pedro Luis Gallego.
 Este hombre, que había sido violador probado de 18 mujeres y asesino de dos, fue liberado antes de plazo en 2013 por la derogación de la Doctrina Parot por el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo bajo influencia de un juez socialista colocado por Zapatero.
Hace solo ocho meses que todos los partidos del Congreso, Ciudadanos se abstuvo, instó al Gobierno a derogar la prisión permanente revisable, en vigor desde 2015, que permite encarcelar excepcionalmente hasta cuarenta años a multicriminales, aunque también reducirles la condena hasta los 25.
“Es que son muchos años de cárcel” alegan quienes rechazaron esta reforma del Código Penal, olvidando que hay grandes democracias como la británica donde los delincuentes mueren frecuentemente en prisión de viejos u otros en los que aún hay pena de muerte.
La prisión permanente revisable la impuso el gobierno Rajoy con su mayoría absoluta de entonces, y probablemente con el beneplácito general: esa y otras aportaciones de sentido común a la cotidianidad española quizás sean lo que lo mantienen en el poder, pese a todos los escándalos de corrupción que envuelven al PP.
Entre los partidos proclamados progresistas, pero de algunas conductas lesivas para la sociedad, los jueces y fiscales de similar buenismo, y los medios informativos convertidos en santos comprensivos de los malvados, se crea por un lado una sociedad ovina, pasiva, incapaz reaccionar corajuda, y por otro la endurecida para no ser manso buey, y que admite a corruptos porque sus fechorías le son menos dolorosas e indignantes.
 Así vamos, Sancho amigo.

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