Opinión

Brasil apuesta por un ultra

Son muchos los factores que podrían explicar el triunfo apisonador del ultra Jair Bolsonaro en la primera vuelta de las elecciones presidenciales celebradas este domingo en Brasil. Con el 46% de los votos y más de 49 millones de votantes es, sin duda, el personaje que ha sabido capitalizar el descontento de buena parte de los brasileños.
Hartos de la delincuencia -63.880 homicidios en 2017 y ¡553.000¡ en los últimos diez años-. Y hartos, a la vez, de los casos de corrupción que han minado la confianza de las clases populares que tradicionalmente apoyaban al PT, el partido de Lula y sus gobiernos socialistas. Pero Lula está en prisión acusado de delitos relacionados con la corrupción y Fernando Haddad el candidato de la izquierda y sucesor de Lula tras su inhabilitación para concurrir a los comicios, sólo obtuvo un 29,3% de los votos con algo más de 31 millones de votantes. Ciro Gomes, el candidato a la Presidencia que quedó en tercer lugar consiguió 13 millones de votos, un 12,5% del electorado. No es improbable que en la segunda vuelta sus partidarios dividan el voto lo que favorecería a Bolsonaro.
La inseguridad y los efectos de la grave crisis económica que padece Brasil, origen del empobrecimiento de buena parte de las clases medias y populares, han creado un clima de descontento en el que han encontrado eco las promesas y recetas liberales de Bolsonaro.
La personalidad de este antiguo capitán del Ejército, es origen de amplia controversia dentro y fuera de Brasil. No es nuevo en la política, lleva cerca de treinta años como diputado y sus salidas siempre han ido acompañadas de polémica. Su retórica es de extrema derecha. Pero es al Donald Trump del "America first" a quien parece haber querido parecerse en sus discursos de campaña. Como Trump, defiende la libre tenencia de armas en manos de particulares como fórmula para combatir la delincuencia. Defensor de la última dictadura que padeció Brasil, el ascenso político de Bolsonaro no puede explicarse sin mencionar el apoyo que recibe de los sectores conservadores de la Iglesia Evangélica, confesión muy implantada en el país. El hombre que se perfila como futuro presidente del país más poblado y poderoso de América del Sur es racista, homófobo y machista -insultó en el Parlamento a una diputada diciendo que no merecía ni ser violada por ser muy fea-. A semejanza de lo ocurrido con Trump, Bolsonaro también ha manejado constantemente las redes sociales. Un instrumento, como se ve, imprescindible en la política del siglo XXI. Está por ver si, caso de revalidar su triunfo en la segunda vuelta, la llegada al poder y los contrapesos del sistema -Brasil es un país con un sistema democrático- pueden llegar a moderar a quien no es moderado.

Te puede interesar