Opinión

Bebidas y modas

Las celebridades de esa primera mitad del siglo XXI –los que ya vamos siendo veteranos hemos asistido a la proyección de películas hoy de culto ambientadas en esta época que, para ser sinceros, no han acertado ni una- han puesto la salud y el vigor (especialmente  el femenino) en las ventajas de una bebida de rabiosa novedad aunque posiblemente milenaria, que se hace llamar “kombucha” y que adelgaza, tonifica, refuerza las virtudes intelectuales, desintoxica, es depuradora, vigorizante e incluso y según dicen, es de sabor muy agradable. Se trata de un derivado del te verde fermentado por bacterias, en cuyo proceso el azúcar se disocia y produce un agradable sabor ácido al preparado dotándolo además de burbujas. Gwynet, por ejemplo, lo consume a todas horas según dicen. Viene de triunfar en Los Ángeles y se está adueñando de los hábitos alimenticios de los famosos a uno y otro lado del profundo y azul océano.
No hay desde luego época de la humanidad sin un alimento o una bebida que se adueñe de  los salones y comedores de las buenas familias. Triunfa durante un tiempo entre los sujetos más avanzados del orden social y recompensa los afanes estéticos y vitales de las élites. Muchos, sin embargo, de estos brebajes surgieron para quedarse, como el chocolate, y no hace falta  avanzar mucho para conocer los ancestros de la universal Coca-Cola que inventó un boticario sudista mezclando un buena parte de las sustancias que le administraron para mitigar el dolor de una de sus heridas en campaña. John Pamberton solo aspiraba a preparar un antídoto para combatir la acidez de estómago, y acabó inventando la bebida más popular del universo de cuyas extraordinarias riquezas, por cierto y gracias a su incompetencia para los negocios, no vio ni un duro.
El tónico que triunfa casi siglo y medo después es este té kombucha atiborrado según rezan los informes con los que se presenta en sociedad, de propiedades milagrosas. De ácidos orgánicos esenciales, enzimas, vitaminas y otras sustancias imprescindibles para el buen funcionamiento de nuestro delicado organismo. Combinando su consumo con una dieta macrobiótica y unas buenas palizas  de ejercicio, se conseguirá una figura espléndida adornada además por un estado de lo más saludable y un envoltorio guapísimo. Me preguntó yo si el maná que cayó del cielo y dio de comer a miles de israelitas vagando por el desierto al borde mismo del canibalismo sería algo así. Ellos abrían la boca para cazarlo al vuelo. Hoy se vende en tiendas de referencia.
 

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