Opinión

Ayudas a un esperpento

A pesar del difícil panorama que el independentismo catalán ha trazado hasta el mismo filo, el PSOE mantiene una actitud ambigua e incomprensible de la que su responsable máximo es su secretario general, empeñado en proponer situaciones a destiempo y tan faltas de conocimiento y sentido que están haciendo de un partido institucional y constitucionalista convencido como lo ha sido de toda la ida, otro diferente cuyos postulados no tienen el menor sentido. El pleno de las Cortes de Barcelona que han aprobado la ley antesala de la supuesta proclamación de una república catalana independiente, ha vulnerado todas las leyes e incluso nos ha mostrado en mitad de la vorágine las excentricidades de Podemos y sus consabidos trucos para expresar un discurso completamente distinto en Barcelona y en Madrid –una diputada suya fue retirando una por una las banderas españolas tendidas en los escaños de la oposición- pero no ha conseguido que Pedro Sánchez se posicione firmemente en defensa de la legalidad sino, muy al contrario, le ha ofrecido una sorprendente inspiración para fijar por su propio destino aquellos territorios autonómicos que merecen ser naciones dentro de la pluralidad multinacional  que el líder socialista ha dispuesto sin que nadie le preguntara en realidad, qué opinas tú de todo esto.
Pedro Sánchez no sabe lo que es una nación y así lo demostró el día que Patxi López le formuló esta pregunta en el curso de un debate interno. La ignorancia que Sánchez manifiesta en este y otros temas de pura intendencia gobernante, adquiere especial gravedad en este escenario citado donde Sánchez ha impuesto su concepto de plurinacionalidad por decreto. Suponer, sospechar, determinar o sugerir que en España hay tres territorios que merecen un distinto tratamiento al resto en este controvertido ramo de las naciones sin estado es, además de una osadía, una auténtica imprudencia. Sin embargo, lo más doloroso de esta manifestación cursada en el desarrollo de una rueda de prensa es su condición de innecesaria. Es posible que Sánchez sea partidario de una España troceada pero nadie le exige definir por su propio albedrío los trozos. Y además ni tiene autoridad para hacerlo, ni nadie se lo ha exigido, ni sus palabras van a contribuir a mejorar el ambiente, ni existe base jurídica o administrativa para respaldar semejante deseo. 
El resultado de esta inconveniencia es el esperado. En lugar de colocar al PSOE en la banda de los constitucionalistas, lo ha instalado en la duda perenne. Y ha echado más gasolina al fuego. El sabrá dónde va, pero el socialismo es posible que no lo sepa.

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