Opinión

Así (de mal) acaba una Semana Santa de infarto

La Semana Santa, en la que no ha faltado casi de nada (malo), acaba con un domingo de Resurrección en el que, como resulta ya habitual, las fuerzas políticas vascas celebran su Aberri Eguna. Un Día de la patria vasca que va a estar, al margen de las proclamas más o menos tradicionales, altisonantes y vacías, marcado por las condenas al mantenimiento en prisión de los independentistas catalanes, en general, y supongo que al encarcelamiento de Puigdemont, el `solitario de Neumünster`, en Alemania muy en particular. La alargada sombra del conflicto catalán se extiende, sin duda, a otros territorios españoles y Euskadi no es solamente que no sea una excepción, sino que es el ejemplo más consumado.
Ya lo advirtió Itxaso Atutxa, la presidenta del Bizkai Buru Batzar, al presentar días atrás esta edición del Aberri: se protestará contra el encarcelamiento de los líderes del procés independentista de Cataluña. Y el Gobierno central deberá "buscar en otros caladeros" para aprobar sus Presupuestos mientras la aplicación del artículo 155 de la Constitución siga vigente en tierras catalanas, "porque el día menos pensado nos lo aplican aquí en Euskadi", me comentaba esta semana, en Bilbao, un relevante ex dirigente peneuvista. Y sí, claro que algunas de las fuerzas que participen en determinados actos del Aberri harán referencia a la 'independencia' de Euskadi, aunque no creo que el lehendakari Iñigo Urkullu, que habla, dicen, 'sotto voce' pero frecuentemente con Rajoy, sea quien pronuncie esa palabra.
Estamos, en todo caso, ante un formidable desafío al Estado, a la unidad del país, al propio sentido de nación, mientras un Gobierno central débil, que consume casi todas sus energías tratando de poner parches y 'governando', con 'v', en Cataluña, se consume por los silencios excesivos y la falta de ideas, y una oposición dividida muestras los mismos síntomas que el Ejecutivo central. Hacen falta iniciativas, planes, mucho más que la simple mano dura judicial, imparable y que empieza a ser cuestionada en demasiados ámbitos.
Ignoro cuáles son los planes de Mariano Rajoy para cuando, dentro ya de pocas horas, regrese de su 'ruta da pedra e auga'. Preguntarle a Rajoy por sus proyectos inmediatos es como demandárselo a las piedras inmóviles y al agua inquieta del camino pontevedrés. Pero lo peor de todo es que el presidente más flemático del mundo se enfrenta no a los demonios familiares del propio PP 'capitidisminuid' en las encuestas, sino a un período de presumible inquietud extrema (¿que podría degenerar en violencia? Ni lo creo, ni lo espero, ni lo quisiera de ninguna manera) en las protestas contra los encarcelamientos en Cataluña. Pienso que no convendría mostrarse demasiado insensible ante tales protesta, por mucho que vengan animadas por los anti demócratas de los Comités para la Defensa de la República teledirigidos por la CUP, semillero de todas las desgracias de los catalanes.
Aguardemos, en fin, a ver qué ocurre en este Aberri, pórtico de una semana que no va a ser, ciertamente, fácil: ahí es nada, los principales sindicatos debatiendo si, en este abril previo a un nuevo 1 de mayo, han de unirse o no a las protestas callejeras 'políticas' animadas por el sustrato independentista. Lo peor de todo es que enfrentamos un nuevo período político aparentemente sin norte. Y sin brújula, a la buena de Dios. Aquí, solo Urkullu parece ser dueño de sus palabras. Y de sus aberris.

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