Opinión

Hay que arrimarse al rico desde el colegio

Ministros, diplomáticos, empresarios y otros muchos  fueron pilaristas y conservan lealtad para quien les nombró

Si llegáramos a determinar cuantas personas de nuestro barrio están de acuerdo con el refrán “El que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”, nos sorprenderíamos por la abundancia de adeptos a la máxima. Como en otros barrios.
Por supuesto que todos entienden, entendemos también usted y yo que la persona a la que se arrima el protagonista de esta sentencia, va a sacar algún  provecho de esta situación.
Lo he visto reflejado  en dos años que viví en Madrid, a finales de los ochenta. Por azares del destino, participé entonces en el staff de una gran empresa, en la que  los directivos se conocían de siempre, tanto que unos  han recomendado  a los otros y los otros a los unos, no solo en la sociedad en la que yo los traté, sino también en otras con anterioridad. Grandes sueldos para la época –no todos cobrábamos lo mismo-, para gente valiosa, pero que estaban en aquella empresa porque viejos conocidos habían tirado de ellos, tirar en el sentido de actuar como impulsor.  Hoy, treinta años después de mi experiencia, se por los medios de comunicación que de mis antiguos colegas, uno preside una importante empresa,  otro creo que es director general y un tercero ha vuelto a una sociedad de estudios, donde  le han guardado el puesto largo tiempo. Esa es otra, blindan los puestos vacantes y apetitosos, por si a alguno le vienen mal dadas y hay que volver a la casa nutricia. Hace tiempo que no les trato.
Vamos con eso de juntarse a un rico para prosperar. En mi opinión, dos personas de gran poder, una Juan Luis Cebrián Echarri, que  controla desde hace muchos años un grupo de empresas de comunicación con medios como El País. En  su biografía de Wikipedia recuerdan su pasado falangista y dicen, por ejemplo, que entró en el diario Pueblo –del sindicato vertical- sin preparación. Afirman que su padre, Vicente Cebrián –muerto nonagenario y en el ejercicio del periodismo-, era un alto cargo en la prensa del Movimiento y muy amigo de Emilio Romero, el abulense que  dirigía el citado vespertino Pueblo, periódico agresivo y con muy buena información. En la biografía no se oculta que Cebrián hijo fue al Colegio del Pilar. Ahí quería yo llegar.
Arrimarse al rico es fácil en el Colegio del Pilar y ser rico menos frecuente, aunque  los alumnos con padres adinerados sean unos cuantos. No hay mas que leer datos sobre la matrícula del Colegio. Entre los mas caracterizados pilaristas están el citado académico, Juan Luis Cebrián y el todopoderoso Pérez Rubalcaba, con participación de muchos años  en la política institucional y cargos de tronío de Felipe  González a José Luis Rodríguez Zapatero. Por los indicios que tenemos, si cotejamos listas de ejecutivos  y los nombramientos publicados en el BOE y en puestos de mucho mando de las empresas de primero y segundo nivel… Si hacemos tal cosa, habrá nombres repetidos. Personas que, mas allá de la formación que se les presupone, han pasado varios años en El Pilar a la vera de los ricos y poderosos, y hay muchos indicios  de que un elevadísimo número de pilaristas, después de arrimarse al buen árbol que era un compañero, han cobrado rendimiento con buenos puestos en la empresa privada o en las administraciones. Cabe recordar las viejas denuncias de Abc contra esas prácticas de amiguismo.
Ministros, diplomáticos, empresarios y otros muchos  fueron pilaristas y conservan lealtad para quien les nombró. Pilarista fue José María Aznar, sí, el mismísimo presidente del Gobierno, y colegiales de su curso o de otros, fueron designados por el presidente de Faes.
Ejecutivo o ejecutor es, casi lo mismo según los diccionarios de la Real Academia, de María Moliner  y el de Julio Casares. Todos en mi caso y en mi casa de edición antigua. Solo ligeros matices diferencian a ambos vocablos. Ejecutivo es el alto cargo de una empresa y ejecutor, quien ejecuta algo.
A finales de los sesenta se presentó en Madrid  el “Tartufo”, de Molière, una adaptación del clásico  en el que la dirección y la interpretación en un papel descollante fue de Adolfo Marsillach. En los ambientes contestatarios se hizo célebre la canción de los ejecutivos, que tomamos  de la letra de María Walsh, firmante también de la música. El estribillo era así: “ (…) ¡Ay!, que vivos son los ejecutivos / que vivos que son,/ del sillón al avión, / del avión al salón / del harén al edén / siempre tienen razón / y además tienen la sartén / la sartén por el mango / y el mango también (…)” ¿Y cómo es, cuál es la apariencia del ejecutivo tipo? Así le ve Walsh: “(…) Sonriente y afeitado para siempre, / trajina para darnos la ilusión / de un cielo en technicolor donde muy poquitos  / aprenden a jugar al golf (…)”
El mito del alto ejecutivo que se pasa horas y horas jugando al  golf, y cuando se jubila, apenas hace otra cosa. Este no es el prototipo, pero algunos pueden recitar una lista de directivos que están, casi todos los días, hoyo por aquí y por allá. Cuando estén jubilados, y si el veterano fue ahorrador, se hará un chalé al lado de un campo de golf. Algo de todo esto se puede ver  en el campo Ría de Vigo Golf.
 

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