Opinión

Aquel juguete tan bello

Me van a llamar romántico o tal vez utópico, sentimental o acaso tachen mi reflexión de vagas añoranzas. ¡Qué más da! El caso es que me dejen pensar por libre, reflexionar sin mordazas, escribir sin prejuicios. Eso me gustaría hacer hoy tratando de crear un remanso de paz, un rincón de ensueño a un lugar idílico como aquel primer e inigualable juguete que fue el Paraíso con su fauna y flora increíbles que, por desgracias nos encargamos de maltratar.
Una película que vi hace muchos años recogía una escena única del incomparable Paraíso y cómo, de repente, pasó de oasis a una espeluznante situación; del amor, la concordia y el entendimiento más bello a los reproches, la soledad, los celos y el desencuentro y la soledad. Aquello había sido un juguete muy hermoso, una situación envidiable y, por causa de quienes nunca supieron utilizar la bondad de aquel regalo, se pasó a una situación inhóspita con interminables excusas, reproches mutuos, luchas fratricidas y en definitiva, el juguete se había emborronado con sangre, la relación con celos, la convivencia con interminables envidias.
Y ocurre que la historia es cíclica, y el mundo lo es desde siempre y hasta un fin que ni usted ni yo logramos vaticinar. Vamos a ver si Stephen Hawking logra descubrírnoslo. Tengo mis dudas pero se agradece que lo intente. Estamos viviendo en un mundo, también, y sobre todo en la actualidad, en el que nos encontramos todos los días con infinitos e incomprensibles ataques y muros a ese bello, hermoso juguete que nos lo estamos cargando de día en día. Un juguete embellecido con tantos y tan hermosos avances, descubrimientos y tecnologías y que seguiría siendo hermoso si nosotros quisiéramos.
Son las guerras pero sobre todo los problemas más domésticos como tanta violencia de género, tantos crímenes, suicidios y sangre corriendo por las calle al igual que esa muerte lenta pero certera que estamos ocasionando. Es la sangre humana pero también el medio ambiente el que llora y va afeando ese incomparable juguete.  Nos negamos a disfrutarlo a observar lo bueno, a mirar hacia adelante con ilusión empecinándonos en nuestros inconfesables caprichos. Da pánico ver las noticias sangrientas con las que nos desayunamos cada día.
Una vez más tenemos que volver a Segismundo para, con él, llorando por el juguete "¡Ay mísero de mí, ay, infelice!, del monólogo de la "La vida es sueño" preguntarnos también: "Sólo quisiera saber/ para apurar mis desvelos/ dejando a una parte, cielos,/ el delito de nacer,/ qué más os pudo ofender./ ¿Qué ley, justicia o razón,/ negar a los hombres sabe/ privilegio tan suave,/ excepción tan principal( que Dios le ha dado a un cristal, a un pez, a un bruto y a un ave?".
Ante tantas noticias incomprensibles y crímenes inconfesables, algunos apelan a la situación social de crispación en que vivimos. Yo más bien opino que tiene mucha culpa la cultura del "tener" en la que nos movemos sin importarnos que el juguete se rompa y la sangre y la savia siga corriendo por nuestras calles perturbando nuestra paz social y restándonos la tan necesaria libertad cuando vivimos atados a esa incomprensible cultura. Siendo nosotros más que las piedras, el agua, el cristal, la fauna y la flora "¿y teniendo yo más vida, tengo menos libertad?" para vivir, disfrutar y gozar de tan hermoso regalo como es este planeta y sus habitantes. Acaso por eso ocurren tantas barbaridades que lamentamos en nuestro entorno y que están acabando con ese juguete que se ha puesto en nuestras manos para disfrutar y que lo utilizamos para sufrir y, por desgracia, para hacer sufrir.

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