Opinión

Aquel 23-F en Vigo

Han pasado 37 años de aquel episodio. Pero todavía hoy seguimos sin saber lo que realmente pasó el 23 de febrero de 1981. La trama civil nunca fue investigada a fondo. Alberto Oliart, que sustituyó a Rodríguez Sahagún, tras el intento de golpe de Estado, como ministro de Defensa, declaró después “El golpe de Estado lo organizaron unos y lo ejecutaron otros”. Y a esos otros no se llegó nunca. En sus memorias, el secretario general del Partido Comunista Santiago Carrillo cuenta que tras la asonada, el Rey convocó a los principales dirigentes de los partidos y les dijo que, “si bien que era preciso exigir responsabilidades a los jefes comprometidos, con energía, pero sugiriendo que la represión no alcanzase a demasiada gente pues podría provocar un problema mayor”. Está claro.
El 23 de febrero de 1981 yo era redactor de “Faro de Vigo” y tenía a mi cargo el suplemento dominical. Aquella tarde prometía ser una de tantas. De repente, un compañero que tenía encendido un pequeño transistor levantó la voz para comentar que había un follón enorme en el Congreso, pero como las escaramuzas verbales eran muy habituales aquellos días no le dimos mayor importancia y cada uno siguió a lo suyo, hasta que otro hecho singular nos hizo reaccionar. Los teletipos de entonces tenía adosado un sistema de alarma, un ruidoso timbre que se disparaba para advertir que entre la interminable tira de noticias había una especialmente importante. Y ésta lo era. El Congreso de los Diputados había sido asaltado. No era un cortocircuito en la sala de teletipos era la señal de que algo grave sucedía.
Estábamos en ello cuando de la portería nos dieron aviso de que se habían presentado dos números de la Guardia Civil, con la orden de encargarse del resguardo del periódico.  La verdad es que los guardias no sabían por qué estaban allí, aunque tenían orden de mantenerse a la espera de acontecimientos y órdenes de la superioridad. 
Vigo era entonces sede del Cuartel General de la Brigada de Defensa Operativa del Territorio (BRIDOT VIII) que ocupaba el edificio que más tarde sería el primer Rectorado de la Universidad y que ahora es propiedad del Ayuntamiento. Durante años, el general jefe había sido Juste, el mismo que ahora mandaba la División Acorazada, decisiva en los episodios que se estaban desarrollando en Madrid. Después del 23-F hizo unas declaraciones escalofriantes, en el sentido de que, de haber recibido orden del Rey de unirse al golpe, lo hubiera hecho sin escrúpulos constitucionales, sentimiento desgraciadamente generalizado entre muchos militares de entonces.
La BRIDOT VIII tenía sus efectivos desplegados por las principales ciudades de Galicia (Ferrol, Ourense, Lugo y Pontevedra y Vigo), en tanto la otra gran unidad de Galicia, la Brigada Aerotransportable (entonces llamada BRIAT) se ubicaba entre A Coruña y Santiago. En Vigo, la representación del Ejército de Tierra, salvo el citado Cuartel General, no era muy numerosa. Pero la Armada disponía de otros 1.200, todos en la Escuela de Electrónica y Transmisiones, ubicada en a ETEA. El batallón de alumnos estuvo concentrado en el centro durante tres días, por si acaso, a las órdenes del entones capitán general del Departamento Marítimo de Ferrol.
En nuestro caso, aquella tarde del 23 F de 1981, una de las medidas para conocer el eco que el intento de golpe de Estado podía tener en Galicia era averiguar la situación de las diversas guarniciones. A mí me tocó como periodista esta misión. Se daba a entender que las unidades de la entonces Brigada Operativa del Territorio (Bridot VIII) no se habían alertado para cualquier contingencia y la jornada discurría con su ordinaria monotonía. Pero sus medios mecánicos estuvieron listos para salir. Años después averigüé otros detalles. Al poco de que en octubre de 1987 fuera disuelto el Regimiento de Infantería Zamora 8 “El Fiel”, me trasladé al viejo caserón de San Francisco en Ourense con intención de recoger algún recuerdo. Entre los documentos que rescaté de la quema se encontraba uno especialmente interesante de la Escuela Superior del Ejército, titulado 'Orientaciones provisionales para el empleo táctico de la Brigada de Infantería D.O.T.'. Allí se relataba con todo detalle qué hacer en una situación como el 23-F. Eran las órdenes de despliegue ante una perturbación del orden público, la subversión social o “que el poder civil dé muestras de debilidad o desidia”. Era el plan a activar.
Lo cierto es que algunos dirigentes sindicales y de izquierda se pusieron a buen recaudo en Portugal, y en Cangas, algunas organizaciones, llegaron a sepultar sus archivos en la mar. Cuando el Rey apareció en la televisión nos tranquilizamos, pero no del todo. Fue un día largo para todos y nos sentimos orgullosos del comportamiento de nuestro Ayuntamiento, entonces presidido por Manolo Soto, que permaneció constituido toda la noche en defensa de la Constitución. 
Luego del intento de Golpe de Estado del 23-F de 1981 entrevisté al general Gutiérrez Mellado y le pregunté en qué pensaba cuando, a pecho descubierto, trato de detener al teniente coronel golpista Tejero, quien cobardemente intentó derribarlo sin éxito, de modo artero. Y me dijo: "Pensé en aquel momento que por nada del mundo vuelva a haber una enfrentamiento entre españoles". 

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